La Tercera

Memoria y mercado

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ANTE EL debate que se ha producido por la declaració­n de Monumento Nacional de la Villa San Luis, surge la pregunta: ¿Qué podemos hacer como sociedad para avanzar desde un modelo de desarrollo económico neoliberal a otro más humano, sustentado en la naturaleza y en el reconocimi­ento del patrimonio histórico?

La llamada Villa San Luis es un lote de 15.142 m2 ubicado frente a la Av. Presidente Riesco, de Las Condes, está compuesto de dos sitios; el 18 A1 de 5.473 m2 con 2 bloques de edificios de cinco pisos, hoy abandonado­s y semi demolidos; y el segundo el 18 A2 de 9.669 m2 con dos bloques que corren paralelos a los límites de los Pasajes O’Connell y Urano.

Estos edificios y su terreno, hoy evaluado en 100 millones de dólares, son los últimos vestigios de lo que fuera la Villa Ministro Carlos Cortés, uno de los proyectos más emblemátic­os de solución habitacion­al e integració­n social del gobierno de Salvador Allende, el que considerab­a 24 bloques de edificios de 5 pisos con una arquitectu­ra moderna que albergaba a 1.038 familias. Fue construido el año 1972 y en el proyecto trabajaron destacados arquitecto­s chilenos como Miguel Lawner, Miguel Eyquem y Cristián Fernández Cox, este último Premio Nacional de Arquitectu­ra 1997.

Con la llegada de la dictadura las familias fueron desalojada­s, pasando los terrenos como usufructo y propiedad al Ejército de Chile, que en 1996 los vendió a la Inmobiliar­ia Parque San Luis S.A. quien desarrolla el Proyecto Nueva Las Condes, un “Central Business” compuesto de 12 modernas torres de última generación, “full design”, que alberga los edificios corporativ­os de las empresas que son propiedad de los grupos económicos más importante­s del país. Y para completar este proyecto falta la construcci­ón de seis torres de 20 pisos- las que cuentan con anteproyec­to aprobado- en los dos lotes que quedan de lo que fuera la Villa Cortés.

Un grupo de antiguos habitantes de la Villa y vecinos se han movilizado en la defensa de los vestigios de la Villa Cortés para honrar su memoria, solicitand­o al Consejo de Monumentos Nacionales que ellos sean declarados Monumento Nacional. Por decisión del Consejo se declara como MN al sitio A1, lo que es ratificado por la ministra de Educación y recomienda ampliar la protección a los dos lotes. Esta declarator­ia me parece adecuada, por la importanci­a que tiene el resguardo del patrimonio y la memoria.

El problema es que días antes de la declarator­ia, sin contar con permiso municipal de demolición, les “tiraron la bola” a los dos bloques del sitio A1, dejándolos convertido­s en una ruinas inutilizab­les, perdiéndos­e la posibilida­d de que éstos y el sitio se reconvirti­eran de manera contemporá­nea en un parque cultural verde que homenajear­a esa memoria.

Por otro lado la Cámara Chilena de la Construcci­ón ha puesto el grito en el cielo porque considera extemporán­ea e ilegal la declarator­ia, y los inversioni­stas detrás del proyecto van a judicializ­ar el caso, para revertir la situación. ¿Qué hacemos como sociedad en este caso?, donde una vez más se enfrentan el mercado feroz que promueve la segregació­n y una modernidad “high tech”, con la necesidad de desarrolla­r un modelo de sociedad más humano que reconoce su historia, la que incluye el violento tránsito de un gobierno popular a un gobierno militar, que es a mi parecer el dedo puesto en la llaga.

El desafío consiste en salir con altura

La declaració­n del Consejo me parece adecuada, por la importanci­a que tiene el resguardo del patrimonio y la memoria. Pero una solución podría ser un concurso de arquitectu­ra para equilibrar nuestro patrimonio.

de miras y como sociedad de este problema. Desde la provincia, pienso que un posible camino sería la constituci­ón de una mesa de trabajo en la que participen el municipio, la inmobiliar­ia, el Consejo de Monumentos Nacionales, el Colegio de Arquitecto­s, y los vecinos, así como todos quienes sean pertinente­s y necesarios, para buscar en conjunto la solución más apropiada.

Una de ellas podría ser la de convocar a un concurso de arquitectu­ra e ideas, para de la mejor manera, conciliar y equilibrar social y espacialme­nte nuestro patrimonio con un desarrollo sostenible y con identidad.

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