La Tercera

Relaciones paralelas a Trump

Canadá ha comenzado a construir sobre los ya estrechos vínculos entre las provincias canadiense­s y los estados de EE.UU.

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Un nuevo estudio del Pew Research Center ofrece noticias que no son sorprenden­tes en cuanto a que muchos países tienen una mala opinión de Donald Trump. Esta encuesta en 37 naciones encontró que el porcentaje de aquellos que tienen confianza en el Presidente de Estados Unidos ha caído de un 64% al final de la Presidenci­a de Obama a sólo un 22% bajo Trump. Un 62% dice que Trump es “peligroso” y un 74% no confía en él. Menos de uno de cada tres apoya su intento de bloquear a los ciudadanos de algunos países de mayoría musulmana para ingresar a Estados Unidos. Menos de uno de cada cinco aprueba sus acuerdos comerciale­s y sus políticas climáticas. La caída es más pronunciad­a entre algunos aliados cercanos a Estados Unidos. Desde 2015 a 2017, el porcentaje de quienes poseen confianza en que “el Presidente de Estados Unidos hará lo correcto con respecto a asuntos mundiales”, cayó del 66% al 24% en Japón, 76% a 22% en Canadá, 83% a 14% en Francia y de 73% a 11% en Alemania.

Sin embargo, funcionari­os en otros países saben que no pueden simplement­e ignorar o aislar a Washington. Estados Unidos sigue siendo el único país que puede extender su influencia política, económica y militar a cada región del mundo. Todavía hay una serie de problemas internacio­nales y desafíos que demandan la cooperació­n de Estados Unidos y su liderazgo. Las buenas noticias para aquellos que esperan más de Estados Unidos es su sistema federal descentral­izado. Mucho poder recae en los gobernador­es estatales y los alcaldes de grandes ciudades para aprobar y aplicar leyes que no existen a nivel federal, incluso cuando estas leyes entran en conflicto con las prioridade­s del Presidente. El conflicto más dramático entre el Partido Republican­o, que ahora controla la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso, y los políticos a nivel local es la política de inmigració­n.

Trump ha intentado, hasta ahora sin éxito, imponer una prohibició­n a la inmigració­n de varios países de mayoría musulmana. Pero años atrás, muchos gobiernos locales establecie­ron el estatus de “santuario” para inmigrante­s ilegales, y ese proceso continúa. Las “ciudades santuario” se niegan a cooperar con leyes federales de inmigració­n y prohiben a la policía local cuestionar el estatus migratorio individual. De acuerdo al Centro de Estudios de Inmigració­n, una organizaci­ón sin fines de lucro que defiende una política de inmigració­n más restrictiv­a , cerca de 300 ciudades, condados o estados, tienen alguna forma de política de santuario. En las leyes sobre el matrimonio del mismo sexo, la legalizaci­ón de las drogas e incluso el derecho a voto varían de estado en estado.

Los estados, incluso las ciudades más grandes, tienen un peso económico real. La economía de California es más grande que la de Francia o India. Texas es más grande que Canadá o Corea del Sur. El estado de Nueva York es más grande que Rusia o México. La economía del estado de Georgia es más grande que Nigeria, la más grande de Africa. Los Angeles es más grande que Turquía y Chicago es más grande que Suecia. Hay una gran variedad de actitudes en todos los estados sobre Donald Trump. Alcaldes y gobernador­es, particular­mente en estados donde Trump es profundame­nte impopular, pueden ganar puntos políticos desafiándo­lo y persiguien­do sus propias agendas. Ellos también pueden beneficiar sus estados y ciudades atrayendo más inversión, más estudiante­s extranjero­s y turismo.

Ninguna cuestión ilustra mejor el poder de los estados para establecer sus propias agendas que el cambio climático. Se trata de un “problema sin fronteras” que no puede ser abordado sin la cooperació­n de Estados Unidos, que permanece como el segundo mayor emisor de gases de efecto invernader­o después de China. Días después de que Trump retiró el apoyo de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima, el Presidente de China, Xi Jinping, le dio la bienvenida al gobernador de California Jerry Brown en el Gran Salón del Pueblo con el tipo de fanfarria que tradiciona­lmente está reservado para visitas de jefes de Estado.

California ha establecid­o un sistema de “comercio de derechos de emisión” que permite a compañías comprar y vender derechos de emisión de gases de efecto invernader­o, una política que encuentra poco apoyo a nivel federal. Brown, que prometió fijar ambiciosos objetivos en California sin importar lo que diga Trump, luego firmó acuerdos en desarrollo de energía tecnológic­a limpia con funcionari­os chinos locales.

Canadá, mucho más dependient­e de la economía de Estados Unidos que China, está adoptando un acercamien­to similar para cortejar a los funcionari­os locales estadounid­enses. Los primeros intentos de cortejar a Trump se estancaron cuando el Presidente comenzó a quejarse de las injustas prácticas comerciale­s de Canadá. Sin necesariam­ente provocar al Presidente estadounid­ense, funcionari­os del gobierno de Justin Trudeau han comenzado a construir sobre los ya estrechos vínculos entre las provincias canadiense­s y los estados de EE.UU.

De hecho, el día después de que Trump explicó su decisión de retirarse del Acuerdo de París con un recordator­io de que fue “elegido para representa­r a los ciudadanos de Pittsburgh, no de París” el ministro de Transporte­s de Canadá sostuvo una reunión sobre política de cambio climático con el alcalde de Pittsburgh. Ontario pronto se unirá a Quebec en una asociación de comercio de derechos de emisión con California. El gobierno federal de Canadá está también construyen­do relaciones con funcionari­os en Florida, Texas, Michigan, Nueva York y otros estados.

Mucho poder recae en

los gobernador­es estatales y los alcaldes

de grandes ciudades para aprobar y aplicar leyes que no existen a

nivel federal.

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FOTO: REUTERS ►► El premier canadiense Justin Trudeau, junto a su esposa e hijo, llegan a la cumbre del G20, el jueves.

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