La Tercera

Andy Warhol, ícono del arte pop

“El señor Trump estaba muy molesto porque los colores no combinaban... Creo que tiene un poco de mal gusto”, anota Warhol.

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Hasta el 15 de octubre en el Centro Cultural La Moneda (Plaza de la Ciudadanía s/n). Lu a do, de 9 a 19.30 h. $ 3.000 gral. $ 1.500, est. y 3a edad. Gratis todos los días hasta las 12 h. Trump son una ilustració­n perfecta de esa tensión”, dice Blake Gopnik, quien escribe una biografía del artista para HarperColl­ins y es colaborado­r de The New York Times.

El primer registro de esta relación ocurrió en febrero de 1981. Coincidier­on en la fiesta de cumpleaños de Roy Cohn, quien se hizo tristement­e célebre como el abogado del senador Joseph McCarthy. Y en abril ya estaban concertand­o una reunión especial. “Me reuní con Trump en su oficina (Taxi US$5.50.) Fue tan extraño, estas personas son tan ricas. Ayer hablaron de comprar un edificio por 500 millones de dólares”, anotó Warhol en su diario.

El magnate manejó la situación en forma ambigua y, como el artista era tímido, no comprometi­ó una cantidad de dinero. Pero el autor de Gold Marilyn Monroe confió y unos días más tarde partió con el fotógrafo Christophe­r Makos al rascacielo­s aún en construcci­ón. Las imágenes fueron la base que usó para las serigrafía­s.

El resultado fue una obra que el propio artista calificó de “elegante”, perfecta para colgarla en el vestíbulo del edificio. Los Trump no pensaron lo mismo.

Cuando en agosto Donald y su primera esposa, Ivana, regresaron a La Fábrica, no ocultaron su desilusión. “Fue un error hacer tantas (pinturas). Creo que los confundió. El señor Trump estaba muy molesto porque los colores no combinaban. Ellos tienen a Angelo Donghia a cargo de la decoración, por lo que van a venir con muestras de material para que los lienzos coincidan con los rosados y naranjas. Creo que Trump tiene un poco de mal gusto”, anotó en sus cuadernos.

Empezaba a sospechar. “Andy sabía perfectame­nte que Trump era un personaje desagradab­le y poco confiable, pero al mismo tiempo deseaba venderle algunas pinturas y de esa forma asociarse con la emergente marca Trump”, explica su biógrafo.

Los Trump nunca quedaron conformes. No existió forma de que sus cuadros encajaran con la opulenta decoración desplegada por Donghia.

Warhol no olvidó este traspié y pronto tendría su pequeña revancha. En enero de 1984 fue invitado a participar como jurado en un concurso de porristas organizado en la Trump Tower, pero llegó intenciona­lmente atrasado para arruinar la fiesta: “Odio a los Trump porque no compraron mis pinturas. También los odio porque los taxis en el nivel superior de su feo hotel Hyatt ayudan a los tacos por Grand Central y hoy me toma más tiempo llegar a casa”, escribió.

El empresario nunca acusó recibo de esta indignació­n. Al revés, el artista se convirtió en una especie de inspiració­n y junto con citarlo al menos tres veces en su libro Think Likea Champion, en la era de las redes sociales ha tuiteado más de una vez alguna de las célebres frases de Warhol, por ejemplo: “Hacer buenos negocios es el tipo de arte más fascinante”.

Críticos y coleccioni­stas coinciden es que es una lástima que nunca le hiciera un retrato, como sí ocurrió con Richard Nixon, a quien pintó de un enfermizo color verde y azul pálido con la leyenda ‘Vota por McGovern’, su contendor demócrata en las presidenci­ales de 1972.

“Andy siempre estuvo atento a la política, pero no fue especialme­nte activo. Tenía opiniones liberales y en varias ocasiones donó arte para apoyar a políticos demócratas, incluyendo un cartel famoso en favor del oponente de Richard Nixon”, explica Gopnik.

Cuando Watergate estalló, el retrato de Nixon adquirió otra dimensión, más oscura y misteriosa. Algo similar ocurre hoy con las torres pintadas por Warhol. Aguardan sombrías y expectante­s en el sótano de un museo en Pittsburgh, ciudad donde nació el artista y donde se forjó el acero que una vez cimentó el sueño americano.b

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