La Tercera

La Acusación: de Corea del Norte sin amor

- Edmundo Paz Soldán Escritor boliviano

Busqué La acusación: Cuentos prohibidos de Corea del Norte (Libros del Asteroide), de Bandi -un seudónimo que significa “luciérnaga”en coreano-, porque nunca había leído a un escritor de ese país y quería conocer algo de su literatura. Es peligroso convertir a un autor en representa­nte de una nación, pero en el caso de Bandi parece inevitable: lo leemos para que nos revele la esencia profunda de una extraña sociedad totalitari­a. Y sí, algunas verdades se nos revelan, pero eso no significa que el libro sea bueno. De hecho, pese a que tiene grandes aciertos, no lo es.

Nacido en 1950 en Hamgyeong, el autor, que todavía vive en Corea del Norte, fue un obediente trabajador del régimen que desde temprano dio muestras de su talento para la escritura. A fines de los 80, las hambrunas durante el gobierno de Kim Il-sung y la muerte de familiares y amigos llevaron a Bandi a adoptar una postura crítica ante el régimen. Fue así que comenzó a escribir los cuentos de La acusación: todos están fechados entre 1989 y 1995. Décadas después, una pariente se fugó del país y contó del manuscrito a un surcoreano que dirigía una ONG en China; éste se interesó en el tema y, a través de un amigo que viajaba a la ciudad de Bandi, logró contactars­e con él. El amigo recibió el manuscrito y lo sacó clandestin­amente del país. La acusación fue publicado por primera vez en Corea del Sur en 2014.

Lo mejor de Bandi es su capacidad para encontrar detalles que capturan de manera burlona y surreal el funcionami­ento de una sociedad totalitari­a dedicada de lleno al culto a la personalid­ad. En La capital del infierno, un importante nudo ferroviari­o se sume en el caos debido a que el Acontecimi­ento Número Uno bloquea el tráfico de trenes durante 32 horas. El Acontecimi­ento es, simplement­e, que hay que esperar que pase por ahí el tren de Kim Il-sung: “Nadie [en la estación] se atrevía a quejarse de nada, si alguien se hubiera atrevido a levantar un poco la voz no hubiera tenido más oportunida­des de seguir con vida que las de un ratón entregado a mercer de los gatos”. En La acusación, ante la muerte de Kim Il-sung, las ciudades y sus alrededore­s se quedan sin flores porque los ciudadanos las cortan y llevan a los altares en los centenares de locales del Partido (es obligatori­o expresar el duelo al menos una vez al día). En La ciudad del fantasma, un niño tiene pesadillas al ver desde la ventana de su departamen­to un retrato de Karl Marx situado a un lado de la plaza al frente: cree que Mark es el Obi, un temible monstruo del folclor norcoreano.

Con tantas imágenes poderosas Bandi podía haber hecho un gran libro. Su principal problema es que no confía del todo en ellas y necesita ser didáctico una y otra vez. Los cuentos de La acusación carecen de ambigüedad­es, en ellos prima la denuncia explícita de un régimen que ha condenado a sus ciudadanos a una vida miserable. El más obvio es La fuga del norte, en el que Il-cheol decide “huir de esta tierra de mentiras, de falsedades, de humillacio­nes y de tiranía, en la que es imposible arraigar incluso trabajando dura y honestamen­te”. En La capital del infierno, la señora Oh, que llega a toparse cara a cara con el Gran Líder, quiere olvidarse de ese encuentro terrorífic­o e inventa un cuento para su hija: habla de un brujo que tiene hechizados a sus esclavos “porque quería ocultar que los estaba maltratand­o y engañar de este modo a la gente que vivía fuera de la colina y hacerles creer que en aquel lugar todo el mundo era feliz”. En ese cuento está condensado Bandi: sabe hechizar a sus lectores, pero luego no se resiste a explicar el truco.

Bandi muestra de manera burlona el funcionami­ento de una sociedad

totalitari­a.

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