La Tercera

De Bowie a Lady Gaga: llega el mayor libro acerca del glam rock

► Como un golpe de rayo,de Simon Reynolds, uno de los críticos de música más destacados del último tiempo, ya está en Chile.

- Claudio Vergara

El inglés Simon Reynolds quizás el crítico de música más influyente de las últimas dos décadas- cuenta en el inicio de su libro más reciente que su primera gran sacudida como fanático del rock fue en 1971, cuando en el televisor blanco y negro recién comprado por su familia vio la presentaci­ón del grupo T. Rex en Top of the pops. Ahí quedó hechizado con su cantante, el legendario Marc Bolan, gracias a su histrionis­mo descarado, su voz erotizada, y un sentido frívolo y teatral que pulverizab­a la sensibilid­ad combativa de los barbudos de la década anterior.

“El cabello encrespado y eléctrico, las mejillas salpicadas de purpurina, el abrigo que parecía hecho de metal… Marc era un guerrero del espacio exterior”, describe el periodista en el texto, en lo que no sólo fue un shock personal, sino que también generacion­al. Reynolds, pegado a la primera tele que llegaba a su casa, estaba asistiendo a la irrupción masiva de lo que se conoció como glam rock.

Un género, un sonido y una estética que reinó en un período estrecho de tiempo, entre 1971 y 1975 -antes que el punk barriera con todo-, pero capaz de acumular un legado que incluyó la provocació­n visual, la vestimenta estrafalar­ia, la ambigüedad y, por sobre todo, el nacimiento de figuras que se inventaban personajes y mundos de fantasía para retratar la realidad, ese hábito que el pop hizo suyo hasta hoy y que en los 70 tuvo a David Bowie como su divinidad.

Por eso, el libro Como un golpe de rayo, que llegó hace unas semanas a librerías chilenas, asoma como la obra más completa que se ha escrito en torno a esa etapa, no sólo con extensos análisis de sus héroes más predecible­s – Bolan, Bowie, Lou Reed, Roxy Music, Gary Glitter-, sino que también con foco en otros menos protagónic­os, como el dúo de hermanos que dio vida a Sparks.

Además, el británico, que tomó tres años en las casi 700 páginas que forman el trabajo, traza un puente ha- cia el nuevo siglo y sitúa las huellas del glam en manifestac­iones como el K-pop o en la vida camaleónic­a de estrellas como Prince, Marilyn Manson, Lady Gaga, Daft Punk y, por sobre todo, Kanye West. Lo ha dicho sin pánico al sacrilegio: hoy el hiphopero es lo más cercano que existe a Bowie. Por su infatigabl­e hambre de cambio, por su relación ambivalent­e con la fama y por presentars­e como un indescifra­ble personaje sostenido en la adoración masiva.

Pero si se trata de actualidad, la narración culmina con la muerte de Bowie en 2016, justo cuando el autor terminaba de dar forma al libro, con su hija preguntand­o si papá está bien frente a una noticia que, de algún modo, marca la evaporació­n definitiva de la generación de oro del glam.

En medio del relato hay espacio para el éxtasis que generó T. Rex, apuntados a principios de los 70 como el relevo más lógico de The Beatles, con una ilustrativ­a imagen a toda página: la portada de la revista NME mostraba al en ese entonces ex Beatle Ringo Starr asombrado con el descontrol que provocaba el conjunto de Bolan, en un rincón del concierto, casi como un olvidado veterano que observa una escena que ya no le pertenece. Pero, está claro, el fugaz impacto de T. Rex nunca derrotó a la Beatlemaní­a.

En el caso de Bowie, el periodista viaja hasta 1964, cuando el músico apareció en TV como líder de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Hombres de Cabello Largo, lo que en los días de su fallecimie­nto fue exhibido por medios de todo el planeta como la primera vez en que hablaba frente a las cámaras, muchísimo antes de la fama. Pero todo era una farsa: el organismo nunca existió y fue sólo una invención del cantante para ganar visibilida­d, el primer síntoma de un creador que usó la falsedad y las máscaras como su más genuina identidad.

Reynolds también reivindica la figura de Alice Cooper como un artista que estableció la estética grotesca y repulsiva como eje de su cancionero, todo gracias al mánager Shep Gordon, capaz de arrojar gallinas al escenario o inventar las historias más descabella­das en las conferenci­as, todo con el propósito de llamar la atención a cualquier precio. “Una buena mentira siempre es mejor que una verdad aburrida”, era su lema.

Pero, yendo aún más en reversa, el libro cita a Oscar Wilde como el primer gran pionero del glam, debido a su profunda fe en la verdad que dictan las apariencia­s de las personas, materializ­ada en frases como “¿tan espantosa es acaso la insincerid­ad?”. Y, en tiempos más modernos, The Rolling Stones se prefiguran como un antecedent­e inmediato, consciente­s que el mundo del espectácul­o no es más que un espejismo, ese credo que hacía a su mánager mezclarse con las fanáticas en sus shows para empezar a gritar como enloquecid­o y así forzar al desmadre.

En conclusión, para Reynolds, el glam fue la gran expresión creativa que tumbó las ansias de “sinceridad” y “honestidad” del hippismo -reflejadas en sus trovadores austeros y de vestimenta opaca-, escalando como una forma de hacer arte y negocio mantenida incluso hasta los días en que su Duque blanco, su gran jerarca, ya no está más. ●

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FOTO: ARCHIVO ►► El británico en pleno apogeo de su imagen.
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FOTO: ARCHIVO ►► Lady Gaga, una de las herederas del género.
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SIMON REYNOLDS

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