La Tercera

Salida de la cárcel de Leopoldo López La decisión del Tribunal Supremo de Justicia de conmutarle la pena al líder opositor por arresto domiciliar­io deja en evidencia el desgaste sufrido por el gobierno tras 100 días de protestas.

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LA MADRUGADA del sábado pasado el líder opositor venezolano Leopoldo López regresó, sin previo aviso, a su hogar tras pasar 40 meses recluido bajo estrictas condicione­s de aislamient­o en el penal militar de Ramo Verde. El líder y fundador de Voluntad Popular, condenado a más de 13 años de cárcel tras ser acusado de instigar a la violencia en las manifestac­iones de febrero de 2014 que dejaron 43 muertos -en un proceso que careció de las mínimas garantías de un juicio justo-, se benefició de la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela de conmutarle la pena por arresto domiciliar­io en lo que se conoce en ese país como “casa por cárcel”, luego de argumentar supuestas “razones de salud”. La medida -si bien no le devuelve la libertad plena que exigen tanto la oposición como el actual secretario general de la OEA, Luis Almagro, y numerosos representa­ntes de la comunidad internacio­nalal menos le permite a López dejar atrás las severas condicione­s de reclusión en que se encontraba y volver a reunirse con su esposa y sus hijos.

La sorpresiva decisión, que se tomó sin que se exigiera el cumplimien­to de condición alguna por parte de López o de la oposición, aparece como un evidente intento del gobierno de Nicolás Maduro por descomprim­ir la presión tras 100 días de protestas que han dejado hasta ahora más de 90 muertos, volviendo a dejar de manifiesto la injerencia directa del gobierno en las decisiones del máximo tribunal. Las manifestac­iones han hecho patente el profundo descontent­o de la sociedad venezolana, el que se ha ampliado incluso a sectores del propio chavismo, y llevaron al régimen a radicaliza­r su estrategia. No solo decidió convocar a una Constituye­nte para anular la labor de la Asamblea Nacional, único espacio institucio­nal con que cuenta hoy la oposición, sino que además impulsó la destitució­n de la fiscal general Luisa Ortega, quien se ha alzado como una poderosa voz disidente dentro del chavismo. En esta fuga hacia adelante el régimen de Maduro ha seguido haciendo oídos sordos a los llamados internacio­nales a abrirse a un diálogo real con la oposición.

Más que un gesto de buena voluntad, lo sucedido el fin de semana es una reacción al desgaste que ha sufrido el gobierno luego de más de tres meses de manifestac­iones ciudadanas. Con la conmutació­n de la pena al líder de Voluntad Popular, el régimen busca ganar tiempo y en ese sentido se entienden las declaracio­nes de Maduro llamando a López a dar un mensaje de “rectificac­ión y paz”. Sin embargo, en la medida que no se avance en la libertad de todos los presos políticos, la suspensión de la convocator­ia a la Asamblea Constituye­nte y la apertura de un diálogo que conduzca a elecciones generales, cualquier medida, incluida la conmutació­n de la pena de Leopoldo López, por positiva que sea, será insuficien­te y el clima de tensión en el país seguirá aumentando. El asalto a la sede del Congreso la semana pasada, que dejó siete heridos, fue una muestra de los extremos a que puede llegar la violencia. Venezuela requiere con urgencia un cambio real y lo sucedido con el líder de Voluntad Popular es solo el primer paso para alcanzar ese objetivo.

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