La Tercera

ME VALE MADRES

- Juan Cristóbal Guarello Periodista

mingo por la Copa Chile. Darle a Pablo Guede, el hombre de la voz rasposa que ya no puede disparar ironías para salvar su traste, una buena y merecida pateadura en el suelo. Total, como va la mano, ahora es muy fácil y no reviste peligro alguno. Hay una fila de personas cargando adoquines y ladrillos. Es cosa de esperar turno.

Pero no. El caballero, como dicen los españoles, “me la suda” o, en lenguaje vulgar mexicano, “me vale madres”. Hace rato que me despaturré en mi poltrona y veo con indiferenc­ia cómo se pega tropiezo tras tropiezo. El discurso altisonant­e y desgarrado, con tufo autoritari­o, se desvaneció a mediados del último campeonato y a esta altura reina la más absoluta confusión.

El problema no somos los que estamos afuera, los que miramos con la “ñata contra el vidrio”. Ocurre que esa confusión ya permeó todos los niveles del club, comenzando por el plantel. En la derrota contra La Serena parecía que había un grupo de jugadores aplicados en su tarea y otros sin compromiso, jugando porque hay que hacerlo. Haciendo número en la cancha.

Mala cosa, porque si ya en la grada el individuo de marras no tiene respaldo, es mucho más grave que entre sus propios jugadores haya grietas tan visibles. Esto refrendado por las propias palabras del entrenador: “Lo de hoy fue una vergüenza”. La pregunta al respecto es ¿Qué fue una vergüenza? ¿El resultado? ¿La entrega en la cancha? ¿los rendimient­os individual­es? ¿la planificac­ión? ¿Fuenteovej­una? Mandó preso a todo el mundo, comenzando por él mismo ¿O se excluyó de manera sutil?

Desde la distancia, con un bostezo pujando por salir, se ve una caída en cámara lenta. Tan lenta y anunciada es, que nadie se puede hacer el sorprendid­o. Esto está anunciado hace mucho tiempo. Los diarios amarillent­os acumulan polvo en el archivo. Diría que escribo esto de puro aburrido.

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