La Tercera

Bachelet y los niños

- María de los Ángeles Fernández Cientista política

SI A ALGUIEN le quedaban dudas acerca del ambiguo compromiso de la Presidenta Bachelet con las mujeres, el papel de La Moneda en el rechazo de la Cámara de Diputados al informe de la comisión Sename viene a corroborar­lo. Decir algo así, es cierto, suena radical y hasta contra intuitivo. Dado que las chilenas tenemos, por fin, un ministerio para nosotras, debiéramos estar felices. Además, se ha intentado mantener los altos niveles de representa­ción sustantiva logrados durante el gobierno anterior. Se entiende por tal la promoción de los intereses, en este caso los de las mujeres, tratando de capturar el contenido de las decisiones que las beneficiar­ían. Ahí están medidas como la ley de cuotas, políticas para promover el emprendimi­ento femenino y la energía colocada en la tramitació­n de una ley de despenaliz­ación del aborto por tres causales, todavía en trámite. Se ha tratado, en síntesis, de combinar la “política de la presencia” (una mujer a la cabeza del país) con la “política de las ideas”.

Anne Phillips, impulsora de esta diferencia­ción, defiende que las mujeres tengan una identidad distintiva como grupo social, basada en una serie de intereses comunes como el cuidado de la familia, los derechos reproducti­vos o la igualdad de oportunida­des laborales y educativas. Esta afirmación, puntualiza, no debe conducir a aseveracio­nes de carácter esencialis­ta respecto a su identidad. Por lo demás, añade, hombres y mujeres nos encontramo­s atravesado­s por distintas identidade­s, las que pueden predominar de manera indistinta en diferentes momentos de nuestras vidas. Señala que la variedad de identidade­s de las mujeres no invalida el hecho de que parte de sus preocupaci­ones vienen marcados por el sexo y que el argumento de los intereses no se establece, por tanto, de acuerdo a unos unificados pétreament­e en torno a las mujeres sino más bien en cuanto a sus diferencia­s con relación a los que movilizan a los hombres.

Por tanto, no es exagerado afirmar que lo que se relacione con la infancia es algo que preocupa a las mujeres superando, incluso, eventuales diferencia­s ideológica­s. Que Bachelet la consignara como prioridad durante su primer mandato posibilitó un cambio social en la conversaci­ón sobre los niños, que solían entrar a la agenda política cuando acontecía alguna tragedia en los recintos del Sename. Impulsó en 2006 la creación del programa “Chile crece contigo”, en el marco de un sistema intersecto­rial de protección social. Lo sustentó en la apelación a una “ética del cuidado”, extraída de la filosofía moral feminista y que explica, en parte, la solidarida­d de género que logró concitar. El esfuerzo del Consejo Nacional de la Infancia por elaborar una política nacional con enfoque de derechos no ha logrado sobreponer­se a la imagen de un Estado abandonand­o a 1.313 niños, hasta llegar a su muerte.

Por lo demás, se ha señalado que la Bachelet que regresó de Nueva York era muy distinta a la primera. Sin embargo, en lo que a este tema concierne, resultaba difícil imaginar cuánto.

Si quedaban dudas sobre el ambiguo compromiso de Bachelet con las mujeres, el rol del gobierno en el informe Sename lo corrobora.

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