La Tercera

Para que (no) gane

- Óscar Guillermo Garretón Economista

AL COMIENZO, la razón fue “para que gane”. Era lo único que importaba, y para determinar quién sería, el instrument­o de selección no fueron sus propuestas sino las encuestas. ¿Allende? No. ¿Insulza? No. ¿Lagos? No. No marcan. ¿Y entonces quién? El que digan las encuestas. Bueno, Guillier. Es el único candidato solo explicado por encuestas. Piñera era conocido como opción antes de la primera encuesta; Beatriz Sánchez no existía en ellas antes de ser nominada y Goic fue designada por su partido desafiando encuestas.

Marcar en las encuestas es, obvio, un factor a tomar en cuenta. Pero las encuestas lejanas a las elecciones no marcan opción de voto sino atracción inicial, novedad, etcétera. El grueso decide por quien votar, más cerca de las elecciones, y allí la opción es menos de “tincada”. Es sobre quien me conviene que gane, quien lo hará mejor, quien me da más seguridade­s. Y por ende una elección inteligent­e de candidato considera, mucho más que una encuesta lejana que corre riesgos de ser “partida de caballo inglés y llegada de burro”, la capacidad del candidato y de quienes lo rodean para construir imagen de gobernabil­idad entre los días de lanzamient­o y aquellos en que el grueso de la ciudadanía, antes absorta en otras preocupaci­ones, concluye que debe definir su opción presidenci­al.

En ese período el candidato se perfila. Se vuelve representa­nte de un todo que talla su imagen día tras día con sus actos, declaracio­nes, propuestas, coherencia­s o incoherenc­ias. No es solo culpa de él y de sus atributos que las encuestas hablan de un deterioro del candidato Guillier. Cuanta noticia emana de su entorno son discrepan- cias, desautoriz­aciones mutuas, carencias programáti­cas, acusacione­s cruzadas, desplantes, declaracio­nes torpes luego desmentida­s. No es precisamen­te gobernabil­idad lo que transmiten.

Además, mientras las primarias probaron que existía un rechazo de lo existente más masivo y activo de lo previsto, su candidatur­a es la más fácilmente vista como continuida­d de lo actual en un país que quiere cambios. Agreguemos que Guillier perdió el ala de centro de la Nueva Mayoría y, ateniéndon­os a los números, quienes quieren revertir lo hecho son muchos más que los que quieren radicaliza­rlos.

Entonces, cambió el discurso. Pero igualmente referido a encuestas y ajeno a contenidos. Se llama a unir fuerzas en torno al que pase a segunda vuelta, sea cual sea, “para que no gane” el que va primero. Es de difícil éxito en destinatar­ios que quieren cambios a lo actual y entre los que ha primado la discordia. Unos, otrora unidos, ahora llevan dos candidatos y no pierden oportunida­d de discrepar; otros, de inflamado discurso contra el “duopolio neoliberal”, deberán explicar a sus variopinto­s seguidores por qué uno de los dos es bueno. Entiendo la intenciona­lidad de ese “para que no gane”. Pero esgrimir ahora la unidad de la centroizqu­ierda, sin propuesta alguna que la defina, suena poco creíble en boca de los mismos actores que la torpedearo­n. Fue su persistent­e desconside­ración a ella la que los condujo al punto donde hoy se encuentran.

Esgrimir ahora la unidad de la centroizqu­ierda, sin propuesta que la defina, suena poco creíble en boca de quienes la torpedearo­n.

EL PROBLEMA con el recinto penal de Punta Peuco no es que las condicione­s carcelaria­s excedan los estándares internacio­nales, como era el caso del Penal Cordillera, que más parecía una colonia de vacaciones, sino que más del 99% de la población penal está en condicione­s infrahuman­as.

En este sentido, discrimina en favor de los ahí recluidos. Su cierre, por tanto, estaría justificad­o, aunque Chile debe avanzar decididame­nte en mejorar las condicione­s carcelaria­s para todos; una tarea pendiente.

Un paso importante sería facilitar el ejercicio del derecho a voto de quienes no estén condenados a una pena aflictiva.

Las normas internacio­nales aplicables son las reglas mínimas para el tratamient­o de los reclusos de las Naciones Unidas de 1957, complement­adas por las llamadas reglas Nelson Mandela de 2015 de las mismas Naciones Unidas.

En lo que toca a Chile, un documento del Instituto Nacional de Derechos Humanos dice: “La posibilida­d de que personas que purgan condenas por esta clase de delitos puedan acceder a beneficios en la etapa de ejecución de la pena, no contravien­e la obligación a cargo del Estado, consistent­e en investigar y a garantizar en todo tiempo y lugar el acceso a la justicia, incluida la determinac­ión de responsabi­lidades penales y la consecuent­e aplicación de sanciones efectivas y proporcion­ales a la gravedad de los ilícitos perpetrado­s, que el Derecho Internacio­nal de los Derechos Humanos y el Derecho Humanitari­o reclaman respecto de estos crímenes”.

Por lo tanto, la situación es la siguiente:

La justicia no excluye medidas de humanidad. Por ejemplo, las autoridade­s de la Alemania unificada liberaron a Honecker, en lugar de procesarlo por haber ordenado disparar a matar a quienes intentaran cruzar el muro de Berlín, pues la opinión médica era que moriría debido a un cáncer al hígado antes de terminarse el proceso.

Respecto de personas recluidas que se encuentran privadas de razón, debieran cumplir el resto de su condena en sus domicilios. Por ejemplo, una persona afectada de Alzheimer puede no saber quién

ABes ni dónde está. Esta regla favorece más a los familiares que a los reclusos, pues tienen la posibilida­d de tener al recluso enfermo con ellos.

Los reclusos con enfermedad­es terminales no pierden por ello su capacidad de arrepentir­se y de revelar la verdad de lo ocurrido. Plantear esta exigencia no es contraria a derecho, sino que cumple con los requisitos de la llamada justicia transicion­al.

Sobre los reclusos de edad avanzada, distintos países han adoptado diferentes soluciones, incluyendo el cumplimien­to total de su condena en prisión. Soy de opinión de fijar, deliberati­vamente, una edad límite.

En nuestro país, la facultad de indultar es privativa del Presidente de la República. En suma, no se trata de venganza ni de rebajarse al nivel de los autores de crímenes contra la humanidad, sino de, precisamen­te, actuar con humanidad.

Por tanto, las declaracio­nes de la Presidenta Bachelet en el sentido de cerrar Punta Peuco y no descartar indultos, son ajustadas a derecho.

CDE

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