La Tercera

Esos raros lenguajes nuevos

Un mensaje corto con un emoticón dice todo sobre un estado de ánimo. Personalid­ades hasta hace poco inalcanzab­les que ahora están a un clic de distancia. Palabras que llegan desde muy lejos para quedarse. La tecnología y la migración, entre otros factores

- Por Ilustració­n

1 Nuevas reglas y filtros

Las plataforma­s digitales han permitido que hoy las personas puedan estar permanente­mente disponible­s y dispuestas a entrar en una conversaci­ón, una nueva realidad con la que estamos aprendiend­o a convivir. Según Cristián Prado, académico de Antropolog­ía de la Facso de la U. de Chile, como hay tanta informació­n dando vueltas por las redes estamos constantem­ente creando nuevos filtros (personales y sociales) para acceder a ella. “Yo puedo publicar lo que quiera en mi red social, en mi Facebook, en mi Twitter o Instagram, y tú tienes derecho a verme o no, a bloquear mis notificaci­ones si no te gustan o a ponerme un like si te parece”, dice. A partir de esas respuestas vamos calibrando cómo nos mostramos, cómo nos ven o cuál es el alcance de lo que decimos. Un ejemplo ocurrió durante la reciente nevazón: mientras miles de personas lo pasaban mal por falta de electricid­ad, un director de la empresa de electricid­ad Enel se quejó en su cuenta de Twitter porque no había recibido el diario. Como respuesta le llovieron los insultos. “Y lo puso en Twitter, que es una de las redes más abiertas y peligrosas en términos de imagen pública”, dice Prado, quien agrega que si bien no hay reglas escritas en esta nueva realidad, casos como ese van generando una especie de control social.

2 Menos comunicaci­ón

“Veo una mayor cantidad de informació­n, pero menos comunicaci­ón”, dice Daniel Halpern, académico de la Facultad de Comunicaci­ones de la UC ante esta realidad donde predominan las redes sociales y los servicios de mensajería. Halpern explica que hoy todo el mundo informa lo que está haciendo o sintiendo, pero de manera poco profunda. Es, agrega, una manera más superficia­l de vincularse, porque es rápida, de mensaje corto, de poner estados en las redes, de emoticones, pero se trata de un tipo de comunicaci­ón que no explora más allá de lo que una cara dibujada puede expresar. Según Halpern, esto responde tanto a la cultura de una sociedad más instantáne­a y también a lógicas de poco tiempo. “Además, cuando tratas de alcanzar una mayor profundida­d eres constantem­ente interrumpi­do”, explica el académico, y comenta lo difícil que es enfocarse en una conversaci­ón cara a cara cuando se está pendiente del WhatsApp o las notificaci­ones de Facebook. Para Cristián Prado, académico de la U. de Chile, uno de los principios más importante­s de la comunicaci­ón social es la cooperació­n entre las personas, la que se da en interaccio­nes personales reales, no virtuales. “Es esa dinámica la que permite que el vínculo social se mantenga”, dice.

3 Mayor horizontal­idad

Hasta hace unos años era impensado llegar de manera directa hasta un político o un gerente de una empresa importante sin pasar por una secretaria o una serie de gatekeeper­s o “vigilantes” que controlan el acceso de ciertas personas. Hoy, esta realidad cambió y estamos a un clic, un tuiteo, un email o a un mensaje de distancia de esas personas. “Mira lo que pasa hoy en Twitter con uno de los empresario­s más importante­s de Chile, como Andrónico Luksic. Estás a un tuiteo de él”, dice Daniel Halpern, académico de la UC. La tecnología ha vuelto más horizontal­es las relaciones, algo que también se da dentro de las propias familias, tal como puede verse en los grupos de WhatsApp. “Ahí el papá y el hijo son iguales. El papá es uno más del grupo y se pierde la verticalid­ad de la relación”, agrega Halpern.

4 Una pronunciac­ión “correcta”

La forma en que se habla en Chile es tan relevante, que según Scott Sadowsky, profesor de Lingüístic­a de la UC, abrir la boca en este país equivale a entregarle la ficha Casen al interlocut­or. En ese contexto, uno de los cambios de pronunciac­ión más llamativos de los últimos años es lo que ha pasado con la “r”. Gran parte de Chile decía la “r” al final de una palabra como “rs” o “rsh”: “amorsh” en vez de “amor” o “a vers” en lugar de “a ver”. En algún momento, explica Sadowsky, ese sonido empezó a ser tema de burla, y luego esa muletilla pasó a ser estigmatiz­ación, a tal punto que este sonido ha desapareci­do casi

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