La Tercera

DA LA IMPRESIÓN QUE LOS PARLAMENTA­RIOS QUE SE OPONEN AL ABORTO ESTÁN SOLOS, PUES MUCHOS DE SUS ALIADOS HAN OPTADO POR EL SÁLVESE QUIEN PUEDA.

- Juan Ignacio Brito Periodista Carlos Williamson Investigad­or Clapes UC

Hay momentos en los que los cálculos deben quedar a un lado y las conviccion­es ocupar el lugar prioritari­o que a menudo tienen en los discursos y tan rara vez en los hechos. Situacione­s decisivas en las que de poco sirven los silencios prácticos, las pausas reflexivas, las complicida­des pasivas, las medias tintas, los intereses subalterno­s o la convenienc­ia inmediata. La discusión sobre el proyecto de aborto es uno de esos momentos. De poco vale decirse humanista cristiano si, al votar en el Congreso, no se es ni lo uno ni lo otro. Las palabras de un pastor quedan vacías si en la instancia clave no saca la voz o emite sonidos apenas audibles, dejando en la estacada a sus ovejas. Las declaracio­nes de principios de las institucio­nes se transforma­n en letra muerta si cuando llega la hora de los quiubos la opción es pasar. El candidato que se proclama en contra del aborto pero no usa su liderazgo para tratar de impedirlo cae en la incoherenc­ia.

La discusión sobre el aborto es distinta a otras, porque en ella se ponen en juego cuestiones extremadam­ente importante­s: el respeto a la vida del que está por nacer, la dignidad de la mujer, las responsabi­lidades que acompañan a la maternidad y la paternidad, la solidarida­d con los más desprotegi­dos, etc. El tema toca la esencia de nuestra sociedad de variadas formas y por eso los tomadores de decisiones no pueden usar en este debate los estándares que utilizan para abordar otras definicion­es menores.

En el caso de los parlamenta­rios, su postura final se traduce en un voto a favor o en contra. Sin embargo, hay otras institucio­nes y liderazgos que también forman parte de la discusión y a ellos también les correspond­e pronunciar­se.

No obstante, da la impresión que los parlamenta­rios que se oponen al aborto se encuentran solos, pues muchos de los que debían ser sus aliados naturales han optado por el sálvese quien pueda. La iniciativa del gobierno tiene 70% de aprobación y eso parece estar afectando la voluntad de respuesta de quienes por vocación y principios deberían ubicarse en la primera línea.

El riesgo es que se consolide la victoria cultural que implica el nivel de apoyo que posee el proyecto promovido por el Ejecutivo. Es necesario aprender de lo que ocurre en lugares como Estados Unidos, donde una minoría ruidosa nunca dejó de oponerse al aborto y ha terminado revirtiend­o lo que parecía un clima de opinión irremontab­le. Hoy son varias las encuestas que muestran que en la sociedad norteameri­cana los pro-vida superan a los pro-choice.

No se trata de salir a atacar y a denunciar, sino de hacer ver con lealtad y altura las conviccion­es propias y justificar­las de acuerdo a la sólida base doctrinari­a y práctica que tiene la posición antiaborto. Ni buses naranjas ni exaltacion­es agresivas. Con calma y seguridad, hay que atreverse a presentar las ideas propias y no callarlas en un momento decisivo como el actual. estima, en promedio, del orden de $ 50.000 mensuales que salen del bolsillo de las familias, cifra no despreciab­le que, en el margen, afecta la decisión de entrar o no a la educación superior. Por otro lado, tampoco se trata de abrazar el verdadero populismo, y de los caros, que es postular una injusta gratuidad, inclusiva para los ricos, con un costo fiscal del orden de los U$ 3.500 millones, habiendo tantas otras urgencias sociales que no reciben la atención que se espera de un Estado que se dice solidario.

¿Cómo manejar la gratuidad del 50% que aparenteme­nte llegó para quedarse? Primero, introducir de verdad el mérito en su asignación. La condición de vulnerabil­idad es necesaria, pero no es suficiente. Debiera existir un amplio margen para que estudiante­s vulnerable­s y muy meritorios gocen de gratuidad total y cuando se den condicione­s de menor vulnerabil­idad y menor mérito la gratuidad sea parcial y el copago se financie con un crédito contingent­e al ingreso. Es aquí donde el crédito puede ser útil para liberar recursos fiscales. Segundo, hay que resolver los déficits en que incurren las universida­des adscritas a la gratuidad por las brechas entre el arancel real y el regulado y extender la gratuidad a los estudiante­s que actualment­e son discrimina­dos por pertenecer a institucio­nes que no se han sumado a ella. En ambos casos, hay un problema fiscal de por medio que hay que enfrentar con prudencia y responsabi­lidad, sin alentar falsas promesas que el país no es capaz de satisfacer como la gratuidad universal. Pero tampoco pretender una ilusa vuelta atrás que hoy no tiene cabida.

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