La Tercera

A 50 años de la Reforma Agraria

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Hoy, 28 de julio, se cumplen 50 años de la promulgaci­ón de la Ley 16.640 de Reforma Agraria y de la Ley de Sindicaliz­ación Campesina. Cabe preguntars­e sobre las razones que lo hicieron posible, así como la situación y perspectiv­as de la agricultur­a chilena cinco décadas después. Los ‘60 marcan la irrupción en nuestro país de profundos anhelos de cambio y modernizac­ión, expresados en la elección del Presidente Frei Montalva en 1964 y del Presidente Allende en 1970. Es en ese contexto que se aprueba la Ley de Reforma Agraria en el Congreso de la época, por 105 votos a favor y solo ocho en contra. Se trata entonces de una transforma­ción que ocurre en el marco del desarrollo democrátic­o de Chile, precedida por la primera Ley de Reforma Agraria impulsada y aprobada en el Gobierno del Presidente Alessandri en 1962.

La Alianza para El Progreso promovida por la administra­ción Kennedy y sus propuestas de cambios moderados que anticipara­n eventuales desbordes sociales y políticos son la explicació­n inmediata para esa primera ley. No obstante, las razones que le otorgaron tan amplio respaldo social y político deben buscarse, principalm­ente, al interior del sector agrícola. La estructura agraria estaba organizada alrededor de la Hacienda tradiciona­l, y de su nexo indivisibl­e, la institució­n del inquilinat­o, forma de organizaci­ón de la producción y la vida rural que entró en crisis definitiva en aquella época.

La producción agrícola estaba estancada y cada vez menos funcional al desarrollo económico general del país, lo que contribuyó a que incluso otras ramas de la economía como la industria y la banca, considerar­an la Reforma Agraria como un proceso inevitable y necesario. Los inquilinos trabajaban y vivían en condicione­s inaceptabl­es de pobreza y explotació­n, con un 35% de la población rural analfabeta y dos tercios de las viviendas con piso de tierra. Esa situación refuerza aún más la legitimida­d de las propuestas planteadas por la DC, los partidos de izquierda e, incluso, la Iglesia Católica.

Ciertament­e un proceso de esta envergadur­a, que generó cambios tan profundos en la organizaci­ón social y política, provocó tensiones y conflictos que aún tienen eco en nuestros días. A pesar de ello, parece imposible defender la realidad rural de la época como algo deseable de haber sido prolongado en el tiempo.

Sin perjuicio de que el proceso de Reforma Agraria fue truncado violentame­nte luego del Golpe Militar de 1973, manteniend­o solo la tercera parte de las tierras expropiada­s en manos de los campesinos, el legado de ese esfuerzo transforma­dor continúa hasta hoy. El término definitivo de la Hacienda y del inquilinat­o generó condicione­s para el surgimient­o de formas más modernas de organizaci­ón de la producción agrícola, dio paso al surgimient­o de lo que hoy conocemos como Agricultur­a Familiar, y estimuló un enorme y definitivo cambio en participac­ión, organizaci­ón y mejoría de la calidad de vida de campesinos y habitantes rurales.

Hoy, cuando se conmemoran 50 años de la Reforma Agraria, los hijos y nietos de los protagonis­tas de la época, muchos de ellos profesiona­les y ciudadanos plenamente empoderado­s, son el mejor testimonio de lo justo y trascenden­te de los cambios impulsados.

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