La Tercera

Andrés Benítez

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LA DIVERSIDAD, ATRIBUTO PROPIO DE LAS SOCIEDADES MODERNAS, NO HA CONTAGIADO EN NADA A NUESTRA ELITE DE DERECHA. ABRIR LA CANCHA ES LO QUE CORRESPOND­E.

En su edición aniversari­o, La Tercera da cuenta de los múltiples cambios que ha tenido este país en las últimas décadas. Y son impresiona­ntes. Para bien, creo yo, este es un país muy distinto al de 50 años atrás. Pero hay cosas que no cambian. Y que, por el contrario, parecen acentuarse en los distintos grupos que componen la sociedad. Por edad, por estrato social, por tendencia política, como uno quiera segmentar la población, hay conductas que se quedan en el pasado. Que no avanzan, o lo hacen en forma muy tímida.

En la derecha, esto es evidente. Se trata de un grupo que en algunas cosas es muy moderno, pero que en otras se ha quedado muy atrás. Y no me refiero a los temas valóricos, hoy tan de moda, sino en otros que son tan o más poderosos para la conformaci­ón del tipo de sociedad en la que aspiramos vivir.

Porque, la verdad es que, en muchos aspectos, la elite sigue actuado con costumbres propias de una sociedad protegida, cerrada, casi endogámica, que es la antítesis de una sociedad moderna. Y eso parece acrecentar­se, más que disminuir. La idea de que todos tienen que ir a los mismos colegios, vivir en los mismos barrios, veranear en las mismas playas, tener autos de la misma marca, sigue presente con la misma o más fuerza que antes.

La diversidad, que es un atributo propio de las sociedades modernas, no ha contagiado en nada a nuestra elite de derecha. No solo sigue siendo un grupo cerrado, sino que, en su interior, es muy homogéneo, porque hay muy poca o nula tolerancia a quien plantee ser o pensar distinto. Por eso no es raro que casi todos, al final, sean una suerte de clones en su forma de ser y pensar.

Esto es muy particular de Chile. En EE.UU., país favorito de este grupo, nada de aquello sucede. Existe una elite fuerte y poderosa, pero mucho más diversa. En parte porque es más tolerante, pero también más abierta. Y esto parte por los colegios. Allá, por ejemplo, incluso los establecim­ientos más exclusivos, son inclusivos, algo que en Chile es una contradicc­ión. Un ejemplo notable es Phillips Academy, uno de los de mayor prestigio, que se jacta de tener un programa de becas que favorece al 47% de sus alumnos. Y su sistema de educación, basado en el desarrollo del pensamient­o crítico, los aleja de las consignas o ideologías de uno y otro sector. Por eso, sus exalumnos son muy destacados, pero también diversos.

Este tema cobra especial importanci­a cuando la derecha aspira a ser gobierno otra vez. Porque ahí, la cosa cambia. Un grupo no puede comportars­e como guetto cuando está a cargo de un país, como lo hizo la izquierda en este gobierno, pero en sentido inverso. Abrir la cancha es lo que correspond­e, lo que significa abrir la mente a pensamient­os distintos dentro del mismo grupo y abrir las puertas a otros grupos. Esa es, por lo demás, la única manera de ser actores influyente­s de verdad en la sociedad.

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