La Tercera

Oposición desafía a Maduro en las calles para frenar la Constituye­nte

Con la llamada “Toma de Venezuela” como medida de fuerza, los detractore­s del gobierno chavista paralizaro­n parte de las ciudades del país con barricadas y protestas. Las manifestac­iones y los “trancazos” se han sumado en los últimos meses a los obstáculo

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Ni siquiera la lluvia intensa que ayer cayó durante toda la mañana en Caracas detuvo los “trancazos” y bloqueos en las principale­s vías de la capital venezolana. Tras 48 horas de huelga general –que dejó algunas zonas totalmente paralizada­s- los venezolano­s volvieron a salir a las calles para desafiar al gobierno de Nicolás Maduro. El motivo siguió siendo el mismo de los últimos días: repudiar la Asamblea Nacional Constituye­nte convocada por el oficialism­o.

La llamada “Toma de Venezuela” comenzó a las 12.30 horas, coincidien­do con el inicio de la prohibició­n del Ejecutivo de cualquier reunión, concentrac­ión o manifestac­ión pública como “medida de seguridad” por los comicios que mañana definirán los diputados que reformarán la Carta Magna.

Se espera que a medida que pasen las horas la tensión política y social aumente en Venezuela. La convocator­ia a estas elecciones ha sido ampliament­e rechazada por la oposición que la tilda de “ilegítima” y también por algunos seguidores de Hugo Chávez, que aseguran que el proceso barre con el legado del falleci- do mandatario.

En el este de Caracas, donde generalmen­te se concentran las protestas antigubern­amentales, los manifestan­tes bloquearon ayer calles y vías principale­s con basura y ramas. En otras zonas como Bello Monte, la Guardia Nacional Bolivarian­a reprimió las protestas.

Los “trancazos” y protestas ya son parte de la vida cotidiana de los caraqueños, que han visto sus rutinas afectadas por la crisis venezolana.

El traslado de un lado a otro puede resultar especialme­nte difícil los días en que hay protestas. El país vive una ola de manifestac­iones desde el 1 de abril en distintas ciudades de Venezuela. La mayoría de esos días el metro sigue funcionand­o, pero algunas estaciones del este caraqueño son clausurada­s por los disturbios.

El servicio del tren subterráne­o se ha deteriorad­o en los últimos meses, denuncian algunos de sus usuarios. “La gente ya no lo paga, pero lo sigue usando. Las escaleras nunca funcionan”, comenta a

Tirso de 45 años, que trabaja como administra­dor de un hotel en Altamira. Explica que es la forma más económica de moverse y que en algunas estaciones ni siquiera se fiscaliza el uso: las barreras están desbloquea­das y la gente

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simplement­e pasa. Cuando hay manifestac­iones, van cerrando algunas estaciones por las tardes. Ya es usual que en esos días, los trabajador­es tengan permiso para irse más temprano. “Ahí toca caminar. Ya nadie puede pagar un moto taxi”, dice Tirso.

Para quienes tienen auto la situación también se ha complicado, ya que deben sortear distintos obstáculos para llegar a sus destinos. Es el caso de Gaby, de 21 años que trabaja en un restaurant del este de la capital. “Nunca se cuánto voy a demorarme. A veces son 15 minutos o media hora más. Me topo con trancazos, barreras. Hay que darse media vuelta y buscar otras vías”, afirma.

Otra de las grandes complicaci­ones en la capital, es la búsqueda de comida. Y para algunos lo peor de la escasez de alimentos, es la pérdida de tiempo que esto implica. “Lo que más falta es harina-pan con la que se hacen las arepas. También el azúcar, el café”, comenta Tirso quien vive en Catia, al oeste de la ciudad. Su novia, Claudia, se encarga de hacer las compras. En esta zona llega un camión con comida todos los jueves. Algunas personas esperan desde la noche del miércoles, hasta las siete de la mañana del día siguiente para obtener un número de atención. “Es la única forma”, dice.

Quienes no hacen las colas, que en algunos casos pueden alcanzar los 40 metros, acuden a los llamados “bachaquero­s” que contraband­ean comida y medicina a precios que pueden ser hasta cinco veces más caros.

Para Gaby su mayor complicaci­ón es conseguir artículos de aseo personal. “Yo con la comida me las arreglo, pero me quita mucho tiempo encontrar mis cosas de higiene. Parecen cosas banales pero son lujos que nos han quitado”, cuenta. Lo más difícil de conseguir: pastillas anticoncep­tivas, pasta de dientes y toallas higiénicas.

El centro de Caracas funciona, en la mayoría de los días, con normalidad. Esa parte de la ciudad no sufre paros o trancazos. Algunos centros comerciale­s y tiendas nunca cierran, pero las largas filas se mantienen. Pedro, de 39 años, vive en la zona de La Pastora, cerca del Palacio de Miraflores. Lo que más extraña de cómo era su vida, unos cinco años atrás, es poder disfrutar sus días libres. “Te quita el tiempo que antes compartías con tu familia. Ahora ese tiempo se invierte en hacer cola. Los días libres antes se usaban para hacer parrilla con los amigos, ahora su dedican a conseguir alimentos”, dice.

La insegurida­d también ha cambiado las rutinas. Para quienes viven en esa zona aseguran que la insegurida­d y la delincuenc­ia complican las salidas. Para Pedro, salir después de las 21 horas por el centro es “la guillotina”. El mayor problema para él, son los colectivos chavistas, los grupos armados leales al gobierno que, según cuenta “gobiernan” la zona en donde vive. En Catia sucede lo mismo, cuenta Tirso. “No se protesta, los colectivos son peores que la Guardia Nacional”, dice.

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