La Tercera

En el nombre de la mamá

Ignacio Arroyo Varela despunta como uno de los grandes talentos del baloncesto chileno. Recién cumplió 17 y ya debe lidiar con esa carga y partir solo a España. Es hijo del ex cestero Patricio Arroyo, pero en su camiseta reza Varela, su segundo apellido.

- Por Juan B. Marchant

Su nombre en las nóminas es Ignacio Arroyo (17), aunque en su camiseta dice Varela. Antes de salir campeón con Chile en el Sudamerica­no Sub 17 de básquetbol, en Lima, escribió junto a sus compañeros el titular que deseaban leer al otro día en los diarios. “Chile, campeón”, redactó escuetamen­te Ignacio. No pensaba en otra cosa.

“No me importaba nada más, no me importaba quién anotaba 20 o cómo se debía dar el resultado. Sólo quería ser campeón”, dice. Y lo lograron frente a los candidatos: Argentina. ”Ya habíamos jugado un partido amistoso contra ellos que perdimos, así que eso nos motivó más”. El base del equipo chileno no desborda alegría. Está contento, mas no enloquece. Su rostro permanece impertérri­to la mayoría del tiempo. Sonríe poco, como si estuviese apremiado por el tiempo o aún no asimilase lo que acaba de conseguir. Puede que el frío santiaguin­o sea la razón. Quizás sólo sea cansancio.

El esfuerzo que requiere salir campeón invicto no es menor. De hecho, es altísimo, tanto deportiva como emocionalm­ente. E Ignacio cumplió en ambos aspectos. En la final se lució con unos impresiona­ntes 13 puntos, 10 rebotes y nueve asistencia­s. Y en lo psicológic­o también se hizo presente al ser el capitán del equipo.

“Soy el que ha jugado más campeonato­s por Chile, creo que pude demostrar la experienci­a al ser el base. Pero te aseguro que no hay un líder, ya que nos apoyamos todos como grupo. Si alguien se manda una cagada, lo apoyamos y estamos todos ahí. Y eso es lo lindo de este grupo, que siempre estamos para cualquiera. Se nota en la cancha”.

Su falta de algarabía la compensa con cordialida­d y disposició­n para responder a cada pregunta. Al hablar cuida la pronunciac­ión de cada palabra, la finalizaci­ón correcta de cada frase. La pulcritud de su juego, así, se extrapola a cada aspecto de su presencia.

Esa pulcritud es la que lo ha llevado a estar en la mira de grandes equipos. Uno de ellos, Estudiante­s de Madrid, no cesó en la persecució­n de Nacho, como le dicen sus amigos, y lo fichó para la nueva temporada. A finales de agosto arribará a España para unirse a una de las mayores y mejores canteras de baloncesto y a mostrarse ante su particular y afamada hinchada, La Demencia.

“Me vieron jugar en el Premundial de Valdivia el año pasado y quisieron reclutarme allí. Pero ya tenía un viaje programado a Estados Unidos, por lo que mi llegada a Estudiante­s tuvo que posponerse. Aun así, me esperaron y cuando volví se concretó”, relata el espigado joven de un 1,90 metros.

Lo esperan unos dormitorio­s que alojan a todos los juveniles internacio­nales que llegan al club. No será fácil, ya que viajará solo. “Solo planeo adaptarme, estar tranquilo e ir paso a paso”. Confía en que el esfuerzo puesto a cada detalle da frutos. Como en el Sudamerica­no.

Su madre, Nancy Varela, no logra acostumbra­rse a los nervios en el estómago cada vez que piensa en la partida de su hijo a Europa, en donde tendrá que valerse por sí mismo.

“Con mi hijo hemos estado siempre juntos, pero como madre quie- ro lo mejor para él. Y si esto lo hace feliz, no puedo ser egoísta: debo apoyarlo para que concrete sus sueños”. La sonrisa de Nancy no desaparece mientras habla de los logros de su hijo, que se llama Ignacio Arroyo, aunque en su camiseta dice Varela.

La estrella NBA preferida por Ignacio es Kevin Durant, de los Golden State Warriors. Sin embargo su mentor, la persona a quien admira, se encuentra en un plano mucho más humilde que el alero norteameri­cano. Se trata de Patricio Arroyo. No, el padre; el hermano.

También basquetbol­ista, fue gracias a él que decidió dedicarse por completo al baloncesto, cuando en su infancia lo que practicaba era fútbol. Aquellas tardes en Ancud junto a Patricio (20), en donde el frío calaba pero no detenía el afán por encestar el balón, marcaron un antes y un después en Ignacio.

“Es mi modelo a seguir, siempre ha estado conmigo dándome consejos. En el campeonato, luego de cada partido, me hablaba para decirme qué podía mejorar. A quien admiro es a él, tanto como persona como jugador”. Patricio estaba en Brasil junto a su novia cuando su hermano menor ganó la final. “Le envié mensajes de audio felicitánd­olo”, sostiene. Los parabienes viajaron aderezados con improperio­s y chilenismo­s. Las licencias estaban permitidas; la alegría, también. Porque no ha sido fácil para ellos.

Las felicitaci­ones proviniero­n de los más diversos lugares y personas. Una de ellas vino de su padre, Patricio Arroyo, ex basquetbol­ista y selecciona­do nacional. “Estoy orgulloso de su éxito y del nivel que ha mostrado. Es un jugador diferente”, comenta. “Pese a la disacercár­amos”, tancia y sin quitarle el mérito al excelente trabajo de su madre, algo mío debe tener en su veta de basquetbol­ista”, acota.

Ignacio no está tan de acuerdo. Su rostro se tensa al enfrentar el tema, aunque no lo rehúye. “Todo lo que tenemos es gracias a ella y a nadie más”. Por eso en su camiseta reza Varela y no Arroyo. “Es un homenaje para quien siempre ha estado ahí, la que ha hecho esfuerzos muy grandes para que con mi hermano estemos bien. Así que es un reconocimi­ento que le realizo desde el año pasado. Y bueno, también porque no tengo contacto con mi papá”.

La lejanía y la poca comunicaci­ón han marcado la relación entre Patricio e Ignacio. “No tengo contacto, porque él no me habla. Creo que la última vez que lo vi fue en 2009 o 2010, pero me da lo mismo”. El mutismo y la distancia de su padre es una pregunta para la que el joven base no tiene respuesta, aunque tampoco está interesado en buscarle una. “No me gustaría que nos enfatiza.

El proceso en solitario no ha sido fácil, aunque Nancy asegura que ha valido la pena. “Yo me lleno de orgullo por lo que hizo Ignacio, ya que fue en el ambiente en el que está su padre. Nadie se lo pidió, lo hizo porque quiso. Por lo tanto, sale a relucir su personalid­ad, su valentía. Ha costado salir adelante, pero trabajando se puede. Les inculco que se puede”.

Ignacio no piensa en si su triunfo es una revancha. En su mente está llegar a ser lo mejor posible: ”Mi sueño es llegar a la NBA o a un equipo grande de Europa”. ¿Tiene lo que hay que tener? “Es difícil pensar en eso. Hasta ahora creo que he hecho las cosas bien, pero también hay que tener suerte para llegar lejos, y yo la he tenido”.

Aún falta para que cumpla los 18 años, pero no lo inquieta. Y es que la consecució­n del trofeo continenta­l se establece como su mayoría de edad anticipada. No baraja cambiarse su apellido. Ya fue campeón, Y sabe que lo hizo como Varela.b

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Ignacio, en Santiago, tras su regreso triunfal de Lima.

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