El revelado de la memoria
El trabajo con el archivo en el arte contemporáneo es eminentemente un trabajo con la memoria, lo que Nicolás Franco (1973) ha llevado en La Sábana –hasta el 20 de agosto en el MAC de Quinta Normal– a un nivel monumental. El artista ha trabajado ya con archivos fotográficos –siempre en blanco y negro– sometiéndolos a procesos químicos, borrando sectores con riguroso negro, resignificándolos como superficies que se vuelven pictóricas, como cuadros minimalis- tas donde las imágenes lucen sesgadas. Ocupando ahora un archivo de la Vicaría de la Solidaridad, una gran base de datos de 1976 que era llenada a mano con información de casos de detenidos por agentes de seguridad de la dictadura y que es Monumento Histórico Nacional, construye metáforas que nos enfrentan a nuestra historia reciente.
Una clave es el cruce con fotos del álbum familiar: en la gran “sábana” en el muro, amplía y edita el registro en negativo del documento de la dictadura junto a fotos de la infancia que también datan de 1976. Allí aparece la madre del artista, que fallece dos años después. Cada momento aciago emerge en fragmentos oscurecidos. La foto familiar entre medio del archivo político que parece estar descascarándose, abriéndose como una piel craquelada. La Sábana luce como un solo un gran negativo que da cuenta de procesos foto-pictóricos. La memoria personal y la memoria colectiva entretejiéndose como un solo texto donde el recuerdo nítido no es posible, y donde los archivos se vuelven materia fantasmal.
En el montaje –trabajado en diálogo con el curador Sebastián Vidal– comparecen también los referentes: una copia a escala de La Sábana original y las tiras de prueba de los negativos del álbum del artista. Este último elemento es todavía procesado, figura como una línea que cruza los muros blancos, una línea de tiempo que permite asomarnos a un episodio familiar con encuadres sucesivos pero entrecortados, volviéndose por momentos solo una franja negra. Mientras que el documento de la Vicaría luce íntegro, y enseña un año en particular dentro de los 17 que duró la dictadura, en una etapa donde la crudeza de la represión estaba aún fuertemente velada, revelándose detalles de 110 casos de detenidos ocurridos solo ese año y en Santiago. La torsión en el mural oscuro poetiza sobre lo que se asoma, nos desborda, pero no terminamos de ver, y surge la pregunta sobre qué leemos a partir de los archivos de nuestra propia memoria. Pero el archivo finalmente es necesario y no solo por su valor patrimonial sino porque es necesario “ver”, enfrentarnos en cierto modo al horror.