La Tercera

La falange y la derecha

Espina coordina rol de la juventud RN en campaña de Piñera

- Por Hugo Herrera

El jueves 27 de julio pasado, el senador e integrante del comité ejecutivo de Piñera, Alberto Espina, realizó un encuentro -en su casa- con la juventud de RN. Esto, con miras a coordinar el rol que tendrá dicho estamento en la campaña presidenci­al de cara a la primera vuelta. En la cita estuvieron presentes la presidenta de la juventud RN, Renata Santander, quien va de candidata a core en San Miguel, entre otros. En la instancia, el senador les encargó incentivar la inscripció­n de voluntario­s para la campaña y ayudar en el despliegue territoria­l.

La reforma agraria, la perpetuaci­ón de la dictadura, las violacione­s a los derechos humanos, la cuestión económica, dividieron las aguas. Parte de la derecha vio en la redistribu­ción de la propiedad agrícola un intento de socavar sus reductos electorale­s, y la reforma tuvo aspectos cuestionab­les. Si los miembros nacionales y DC de la CODE se opusieron a Allende y apoyaron mayoritari­amente el golpe, a poco andar las posiciones se separaron, ante el ánimo de Pinochet de no abandonar el poder y las noticias preocupant­es de abusos persistent­es e injustific­ables del régimen. En fin, si la falange se mantuvo moderada, combinando las ideas de reformas sociales y economía libre, entendiend­o que un mercado operativo requiere un Estado fuerte, la derecha tendió a adherir a un discurso monocorde de tinte economicis­ta, donde las cuestiones políticas y la integració­n nacional o no eran tema o se entendía que se resolvían por efecto del crecimient­o.

En la historia larga, en cambio, hay hondas coincidenc­ias. Ellas no constituye­n peculiarid­ad chilena. En el país con la DC más fuerte del planeta –Alemania–, socialcris­tianos y liberales forman usualmente juntos. Y si lo hacen con los socialdemó­cratas, es con una socialdemo­cracia burguesa, que no renuncia al mercado, no va más allá del “neoliberal­ismo con rostro humano”, no adhiere a propuestas revolucion­arias, ni aun como utopía.

En el Chile decimonóni­co, antes aun de Rerum Novarum, hay en el Partido Conservado­r una inquietud creciente por la cuestión proletaria y una labor persistent­e en mancomunal­es. La encíclica cala hondo en esa derecha. Las leyes sociales, la reflexión sobre el asunto obrero, la fundación y el control de la primera organizaci­ón nacional de trabajador­es (FOCH), fueron productos de la acción de conservado­res: Cifuentes, Concha, Cambié, Marín. Más tarde, son universita­rios conservado­res, agrupados en la Asociación Nacional de Estudiante­s Católicos, los que darán lugar a un pensamient­o y una dinámica que decantarán en la Falange Nacional, germen del Partido Demócrata Cristiano. Se trata de más de medio siglo de operación conjunta, que persistirá, pese a distanciam­ientos relevantes, en las décadas siguientes. Ya lo he dicho: fue la fuerza conjunta de democratac­ristianos y nacionales la que resistió los embates totalitari­os de la UP.

Esas coincidenc­ias solo se explican sobre la base de cercanías ideológica­s. No es idéntica la centrodere­cha más liberal o economicis­ta, o los resabios de derecha de Guerra Fría que porta el actual sector, con la DC. Sin embargo, sí hay posiciones concordant­es entre la falange y grupos socialcris­tianos y nacionales al interior de la centrodere­cha. Frei Montalva continuó la obra de Alberto Edwards. Wilhelm Röpke o Mario Góngora podrían ser acervo común al cual acudir. Tanto en la DC como en la centrodere­cha más reflexiva se valora crecientem­ente la importanci­a de la integració­n nacional de los sectores desprotegi­dos. Se repara incrementa­damente en que el solo mercado no basta. Pero, con la misma fuerza, se defiende la relevancia de la división del poder social: primero, entre el Estado y la sociedad, apuntalada en un régimen de economía libre. Luego, al interior del Estado y al interior del mercado.

Remitirse a ese acervo común parece ser mucho más productivo, en el Chile actual, que combinacio­nes con una izquierda que se alegra torpemente por apoyos de quienes se solazaban con el Muro en Berlín (Jeria), o con una nueva izquierda que abandona posiciones republican­as, desentendi­éndose del significad­o fundamenta­l de la división del poder.

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