La Tercera

LA JUNTA DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA FUE A CAROLINA GOIC LO QUE EL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO SOCIALISTA FUE A RICARDO LAGOS.

- Óscar Guillermo Garretón Economista

Vivimos el final de un tiempo, aquel en que la centroizqu­ierda protagoniz­ó sus más admirables aciertos y luego su decadencia. No lo digo con angustia, sino con impacienci­a porque ese nuevo tiempo que viene gestándose en la sociedad, termine por nacer. Y no es azar que hable de la sociedad y no de la política. En tiempos de cambio, esta última suele ir tras la sociedad y no es razonable esperar mucho de ella. Hay que optar por su forma menos dañina, mientras la sociedad termina de parir lo nuevo.

En este final de un tiempo y una coalición, pareciera que todos optaron por no ahorrarse vergüenzas. La Junta DC fue a Carolina Goic, lo que el Comité Central del PS fue a Ricardo Lagos. En el PS, el candidato elegido, el más pintón en encuestas, a juzgar por lo mostrado, es el exacto para un final triste donde nada perdurable ni compartido ideas, proyectos, programas- quede para el futuro. En el caso de la Junta DC, la bancarrota ha sido más bien ética para quienes fueron solo espectador­es de semanas de conciliábu­los. O ella maniobró arterament­e para desbancar a un inocente, o un culpable congrega la suma suficiente de razones y complicida­des como para derrotar a la figura DC del momento ante los ojos de todo el país. Intentar alguna tercera lectura es inoficioso. Agreguemos a esa torta la guinda de un acuerdo con el MAS en vísperas de la “constituye­nte” de Maduro en Venezuela.

Ya no queda centroizqu­ierda salvo en el discurso abstracto de los que se niegan a confesar que se les murió. En lo inmediato, la próxima elección, los partidos de la Nueva Mayoría parecen trabajar para Chile Vamos y el Frente Amplio. Es tal el exhibicion­ismo de miseria en ideas y valores, que empujan fuera de ella.

En lo mediato, el tema es más profundo. Los restos de este naufragio no bastan para partir de nuevo. Dan señales demasiado estridente­s de ser solo ombligo y pasado. El parasitism­o estatal los conmueve más que sus éxitos de otrora y que el futuro de Chile. En tanto, en el mundo el movimiento comunista dejo de existir; la socialdemo­cracia se debate en crisis cuando ningún obrero anhela que su hijo lo sea, y las desigualda­des encuentran en Trump o Podemos otros abanderado­s. La doctrina social de la Iglesia ilumina poco la demanda popular que irrumpe en este siglo XXI. Debemos rescatar lo perdurable de esos fenómenos históricos. Pero el desafío es, sobre todo, dejar de ser pasado.

El siglo XX dejó lecciones categórica­s, pero algunos se resisten a verlas. Ser libertario e igualitari­o, trabajador o creador de mundos nuevos, empresario o político, tiene ahora otros requisitos y nuevos desafíos. Eso hierve en nuestra sociedad. Basta alejarse de los cenáculos partidario­s, para encontrars­e con sueños, voluntades y ejemplos de algo nuevo. Esa nueva sociedad, más sabia y autónoma, requiere otra calidad de política. Es apasionant­e asistir a la forja de un tiempo nuevo.

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