Definiciones críticas en la Democracia Cristiana
Tras la última junta, la identidad del partido como referente de centro ha quedado profundamente erosionada.
LA JUNTA Nacional que la Democracia Cristiana celebró este fin de semana terminó en un fuerte revés político para el propio partido, ya que no solo puso en entredicho el liderazgo y continuidad de su propia candidata presidencial -la senadora y presidenta del partido, Carolina Goic-, sino que profundizó aún más la incertidumbre respecto de cuál será la definición ideológica que adoptará la colectividad si moverse más hacia el centro, o en cambio profundizar la sintonía con las fuerzas más de izquierda-, lo que resulta central para definir el rol que jugará el partido en la escena política.
Es un fenómeno ciertamente extraño que la misma junta nacional que apenas hace unos meses proclamara a Carolina Goic como su carta presidencial y de esa forma seguir un “camino propio” - rompiendo así implícitamente con la Nueva Mayoría-, ahora le dé la espalda de manera contundente y virtualmente la deje sin piso político, luego de apoyar en forma rotunda la reelección del diputado Ricardo Rincón, quien hace algunos años enfrentó una compleja situación judicial a raíz de denuncias por violencia intrafamiliar, algo que según Goic es incompatible con los valores que defiende el partido.
La propia candidata ha señalado que “se tomará algunos días” para reflexionar sobre la continuidad de su candidatura, y aun cuando es posible que la maquinaria del partido despliegue esfuerzos por mantenerla a flote, parece evidente que su peso electoral se ha diluido fuertemente, y con ello también el futuro de propio partido. Esta confusión se ve aún más potenciada cuando la junta dio luz verde para un acuerdo parlamentario con la Izquierda Ciudadana y el MAS, dos partidos de la periferia de la Nueva Mayoría cuyo ideario político es totalmente ajeno a la DC. Ello parece ser una jugada en la dirección de abandonar el camino propio y buscar algún tipo de alianza que permita sostener parte de su representación parlamentaria, la que también ha quedado en entredicho.
En estas últimas horas se han multiplicado las voces que alertan de que el partido sufrirá una fuerte pérdida de credibilidad ante el aparente desvarío en que ha caído. La colectividad enfrenta ahora un dilema similar al que afectó hace unos meses al Partido Socialista, luego de que su comité central decidiera no apoyar al ex presidente Ricardo Lagos, optando en cambio por el senador independiente Alejandro Guillier, quien marcaba mejor en las encuestas. Sin claridad sobre lo que representa el “camino propio”, su electorado más tradicional queda ahora en la total orfandad, desconcertado ante la contradictoria señal que significa haber buscado rechazar la “izquierdización” de la Nueva Mayoría, para luego abandonar abruptamente este camino y entregarse a extrañas alianzas con partidos muy alejados del centro político.
No es claro cómo se resolverá la tensión entre las fuerzas conservadoras de la DC -evidentemente derrotadas en esta junta- y aquellas que insisten en profundizar la identificación con la izquierda. Más allá de ratificar que la Nueva Mayoría es una coalición que ya parece estar en etapa terminal, es la propia identidad y futuro de la DC lo que ahora está en juego.
Posturas divididas por la crisis política que atraviesa Brasil
El impeachment a Dilma Rousseff, la pena de nueve años para el expresidente petista Lula Da Silva, y el futuro de Michel Temer, cuyo juicio penal por presunta corrupción se votará el 2 de agosto en el pleno de la Cámara de Diputados, configuran un escenario político en crisis frente al cual no hay opiniones unificadas en Hispanoamérica.
Clarín. Vicente Palermo, Argentina | 27.07.17
Políticamente, Brasil es el país de las ironías. Fue una sabia ironía que un sociólogo progresista como Fernando Henrique Cardoso encabezara una coalición modernizante-conservadora. Fue una triste ironía que una presidente honesta, burócrata de alto nivel, sin competencia para la típica y supuestamente nefasta opacidad de la política brasileña, fuera destituida de su cargo por “crimen de responsabilidad”.
Los Tiempos. W. Torres, Bolivia | 27.07.2017
La crisis brasileña es un recordatorio de que los presidentes son los mayores responsables de la vida pública y como tales deben responder, un día, de sus tropelías.
El País. F. López D’Alesandro, España | 27.07.17
El juicio contra el expresidente del PT es, por lo menos, sospechoso. Esto no exime a la izquierda brasileña ni al PT de sus graves errores políticos y de sus faltas éticas, pero no deja bien parada a una justicia politizada que busca sancionar a Lula da Silva para frenar su carrera política.