La Tercera

Muere Jeanne Moreau, el rostro atrevido del cine francés

La actriz que protagoniz­ó algunas de las mejores cintas de François Truffaut, Louis Malle y Michelange­lo Antonioni falleció ayer a los 89 años en París.

- Rodrigo González M.

Pasó una década actuando en películas francesas de diverso calibre y tonelaje. Algunas valiosas, como Touchez pas au grisbi (1954), drama gangsteril de Jacquer Becker; otras más bien olvidables, como Dernier amour (1949), de Jean Stelli. Ninguna fue, sin embargo, lo suficiente­mente generosa con ella como para sacarle partido a su rostro imperfecto y su mirada sugerente. Hasta que llegó Ascensor para el cadalso (1958), el thriller donde Louis Malle decidió desnudar su cara y liberarla de maquillaje­s a lo Hollywood e ir a la esencia.

Aquella película fue la que presentó a Jeanne Moreau al mundo tal y como sería conocida por el resto de su vida: ojeras inconfundi­bles, cigarro en la mano, voz grave. Si a esto se agregaba la historia de una esposa que planeaba junto a su amante el asesinato de su propio maridoy todo era acompañado por una banda sonora de Miles Davis, el personaje clásico de Moreau alcanzaba los rasgos definitivo­s.

La actriz, nacida en 1928 al igual que Marilyn Monroe, alcanzó recién a los 35 años un puesto en el firmamento de estrellas francesas, después de Brigitte Bardot, que empezó a los 21 con Y dios creó a la mujer (1956). Su luz, sin embargo, duraría mucho más, por cuatro décadas al menos, siempre dirigida por algún autor de prestigio.

Ayer, a los 89 años, la luz de Jeanne Moreau dejó de existir en su casa del Distrito 18 de París, sector céntrico y elegante, plagado de varios consulados y embajadas. La muerte de Jeanne Moreau, una de las grandes estrellas del cine galo, fue confirmada por el propio presidente francés Emmanuel Macron, quien dijo: “Ella personific­ó al cine y siempre se rebeló contra el orden establecid­o... tenía un brillo en sus ojos que desafió cualquier tipo de obsecuenci­a, fue una invitación a la insolencia, a la libertad y al torbellino de la vida, algo que ella siempre amó”.

La actriz fue encontrada muerta en horas de la mañana en su domicilio y al cierre de esta edición aún no se sabía la causa exacta de su muerte.

Otra de las primeras reacciones vino de parte del presidente del Festival de Cannes y ex jefe de Canal Plus, Pierre Lescure, quien afirmó: “Jeanne Moreau ha muerto. Era una mujer fuerte y no le gustaban los llantos... Lo siento Jeanne, eres más fuerte que nosotros y ahora lloramos por ti”.

Nacida en el Distrito 10 de París, Jeanne Moreau se educó bajo la tutela de dos figuras que de cierta manera poco tenían que ver entre sí: su padre, un francés dueño de una cervecería que cuando no estaba en casa frecuentab­a a las prostituta­s cercanas del barrio bohemio de Montmartre, y su madre, una inglesa de apellido Buckley que había llegado a Francia para bailar en el famoso cabaret Folies Bergère y que despertó de pequeña en Jeanne el interés por la vida del espectácul­o.

Con el paso de los años, la actriz recordaría cómo a los 14 años decidió que sería actriz tras ver a la diva francesa Marie Belle actuar en Fedra de Jean Racine. “Supe en ese momento que no había nacido para estar en el lado oscuro de las butacas, sino que para subir al escenario. Perdí todo interés en el colegio”, contaba hace unos años al diario inglés The Guardian.

Malle, el descubrido­r

Mayor que Brigitte Bardot, Catherine Deneuve o Annie Girardot, por citar a algunas de sus contemporá­neas, Jeanne Moreau logró moverse con sagacidad en el intrincado terreno de las elecciones de personajes y películas. No era un símbolo sexual como Bardot ni epítome de la belleza como Deneuve, pero tenía algo que con el tiempo se transforma­ría en el bien más preciado de las actrices francesas. Algo que casi las definiría frente a sus contrapart­es de Hollywood: sofisticac­ión, carácter, misterio.

Antes de que en los años 70 y 80 entraran en órbita Isabelle Huppert, Juliette Binoche, Isabelle Adjani, Sandrine Bonnaire o Charlotte Gainsbourg, estuvo Jeanne Moreau. El gran descubrido­r de la actriz fue Louis Malle, quien la dirigió en 1958 en la mencionada Ascensor para el cadalso y, ya en relación sentimenta­l con ella, la puso ese mismo año en Los amantes.

En este explosivo drama, Moreau era Jeanne Tournier, una joven esposa que tras soportar el aburrido matrimonio con un ejecutivo frío y partidario de los dormitorio­s separados, decidía arrancarse con un misterioso arqueólogo. Moreau, cansada de las fiestas de su marido y de los Mercedes Benz de los invitados, lo dejaba todo por Bernard y su modesto Citrioën 2 CV.

La película, que ganó el Gan Premio del Jurado en el Festival de Venecia, provocó un singular escándalo en los círculos católicos más conservado­res de Francia e Italia, que objetaron en particular la escena en que el

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► Jeanne Moreau con 34 años a su llegada al aeropuerto de Londres en 1962, la época de Jules et Jim.

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