La Tercera

ARMA MORTAL

- Por Fernando Solabarrie­ta

Triste y preocupant­e para mi gusto, pero eso es apenas el inicio del negocio. Se calcula que a través del sueldo del jugador por cinco años, más el impuesto en Francia, que puede llegar a un 65 por ciento, la operación total del delantero brasileño llegará a la obscena cifra de 700 millones de euros. Sí, leyó bien, SETECIENTO­S MILLONES.

Alarmante, desolador y no voy a caer en los lugares comunes respecto de la cantidad de niños que podrían estudiar o comer con lo que hoy se paga por los futbolis- tas, aunque debería. No, eso, por evidente y redundante, no lo voy a escribir. Hablo del daño que se le hace a una actividad que debiera resguardar, de modo esencial, la capacidad de competenci­a. La posibilida­d de que haya cierta equidad en los campeonato­s donde estos monstruos empresaria­les están insertos.

La Liga profesiona­l de básquetbol de los Estados Unidos es un buen ejemplo. La NBA, a través de topes salariales y el draft, ha evitado por muchos años que su torneo sea tan desigual como hoy lo son las ligas más importante­s del viejo continente. Poco a poco, en Alemania, Inglaterra, España, Italia y ahora Francia sólo disputan el título dos o tres. Y aunque eso pueda ser natural y hasta aceptable, inquieta la brecha que se agranda, porque el camino que se inicia no tiene retorno.

El fútbol es el deporte más popular del mundo gracias a que es uno de los pocos donde, a través de la estrategia y otras virtudes, se pueden estrechar diferencia­s. Formando planteles ultrapoder­osos se hace imposible. Estas mega operacione­s no sólo ruborizan, también son un ataque mortal al corazón del fútbol.

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