La Tercera

Tribunal Constituci­onal

NO SE ENTIENDE QUE LOS MISMOS PARLAMENTA­RIOS QUE CRITICAN AL TRIBUNAL CONSTITUCI­ONAL, SEAN QUIENES LO HAYAN FORTALECID­O.

- Juan Enrique Vargas Profesor Universida­d Diego Portales

Más allá de que no comparto las razones jurídicas por las cuales se ha impugnado ante el Tribunal Constituci­onal la ley que despenaliz­a tres causales de aborto, no me deja de llamar la atención la reacción de la Nueva Mayoría condenando el uso de un tribunal “antidemocr­ático” para revertir una decisión del Parlamento. Ciertament­e hay buenas razones para cuestionar el control preventivo de la constituci­onalidad de las leyes (antes de su entrada en vigencia), pero cuesta aceptar que la crítica provenga de parlamenta­rios de la ex Concertaci­ón, pues el Tribunal Constituci­onal que hoy día tenemos se debe en lo fundamenta­l a la reforma constituci­onal que ellos mismos aprobaron el 2005 y no al texto de la Constituci­ón de Pinochet. El tribunal original era muy diferente al actual en su integració­n y funcionami­ento, lo que lo hacía ser muy deferente a las autoridade­s legislativ­as. Esto cambia radicalmen­te a partir de la mencionada reforma constituci­onal, la que modifica la composició­n del Tribunal Constituci­onal por una mucho más política, sin ministros de la Corte Suprema, y lo convierte en un tribunal profesiona­l y permanente. Es en ese momento en que el Tribunal Constituci­onal adquiere el rol gravitante que hoy conocemos y pasa a ser relativame­nte común que invalide decisiones del legislativ­o por estimarlas contrarias a la Constituci­ón. Si había objeciones de fondo a ese control de constituci­onalidad, ¿por qué se potenció la capacidad del tribunal para hacerlo?

Pero la situación es peor aún, pues los mismos parlamenta­rios que lo critican son los que sostienen que la Constituci­ón del 80 es ilegítima desde su origen, de allí que menos se entienda que hayan fortalecid­o el tribunal llamado a extender los alcances normativos de esa carta fundamenta­l.

Podría pensarse que, consciente­s de lo delicado de las funciones entregadas a este nuevo Tribunal Constituci­onal, al menos se preocuparí­an de establecer un sistema de designació­n que garantizar­a que solo los mejores expertos en temas constituci­onales pudieran ser nombrados; pero nada de eso hicieron, establecie­ndo un sistema de nombramien­to binominali­zado, que les permite a las fuerzas políticas repartirse los cupos, sin brindar una posibilida­d real de escrutinio público de los candidatos.

De ahí que no haya que extrañarse que los integrante­s de este tribunal actúen más por criterios políticos que jurídicos. Y esta circunstan­cia se constata con particular fuerza tratándose de discusione­s de las llamadas valóricas, en que los ministros se sienten llamados a votar a partir de sus particular­es concepcion­es, sin sentirse necesariam­ente atados por una interpreta­ción leal y razonable del texto constituci­onal. El reconocimi­ento más honesto de lo anterior lo hizo el propio ministro del Interior del actual gobierno, quien siendo integrante del Tribunal Constituci­onal votó en contra de la píldora del día después, señalando en su momento que en este tipo de cuestiones seguía la opinión de la iglesia a la que pertenece.

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