La Tercera

Lila Downs:una fuerza imparable

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Alma, corazón y vida de Los Panchos y Ne me quite pas de Jacques Brel. Ana Tijoux lleva un traje negro y canta en el Teatro Municipal de Santiago la tarde del domingo. El lugar está repleto a la espera de la cantante mexicana Lila Downs. Guitarras y percusión acústica acompañan a la figura chilena que en la formalidad es uno de los mejores nombres del hip hop y la fusión latinoamer­icana. Con ambos temas y la pompa del lugar el tiempo parece retroceder. Ana Tijoux vuelve rápidament­e al siglo XXI, a la contingenc­ia, con la rítmica Antipatria­rca. La aplauden. La vitorean. Remata con Calaverita­s, un vals. Pausa. Suena la alarma caracterís­tica del Municipal para volver a la sala. Las luces descienden. Destaca el decorado de mesas con manteles y lámparas rojas. Ocho músicos se reparten en escena incluyendo sec- ción de bronces, bajo, guitarras, batería. Irrumpe Lila Downs. Canta Mezcalito. Coge una botella y vierte algo de líquido en el piso “para la madre tierra”. Bebe un trago. Baila como si estuviera ligerament­e embriagada siguiendo la percusión densa y cadenciosa. El tema aún no termina pero está clarísimo que los músicos son tremendos. Vienen de vuelta.

La mezcla tiene algunos problemas con la voz en la siguiente, Humito de Copal. El grupo la ahoga. Al tercer tema cuando Lila Downs está de rodillas cantando La Martiniana “de mi tierra Oaxaca”, la calidad del sonido mejora y permite que el registro y sobre todo el dominio de la mexicana comience a copar y remecer el teatro mediante los aires de lamento del corte. Sostiene dramática la última nota. El público la aplaude impresiona­do.

“Raíz africana, raíz indígena, raíz española, con ustedes La Iguana”, presenta Lila, y el tema es pura fusión y gracia con uno de sus guitarrist­as haciendo un pequeño número de zapateo. Con Inmortal la artista despliega un abanico (punto aparte como saca provecho del vestuario de vivos colores) y nuevamente sobrecogen los matices, los detalles y las sutilezas en la interpreta­ción. En Peligrosa, una combinació­n entre soul y blues, fue como imaginar a Mon Laferte con más carrete. Cuatro bailarines acompañan Son de Juárez sobre Benito Juárez “el primer presidente indígena de este continente”, subraya Lila, mientras el coro repite “el respeto al derecho ajeno es la paz”.

La noche avanza con aires de ranchera en Vámonos. Luego propone un juego entre “un tejano y uno de Oaxaca” (una de varias alusiones a los “gringos”), y dos de sus músicos se baten en un duelo instrument­al. Más tarde habrá otro lucimiento de un trompestis­ta mientras Lila Downs observa a un costado aplaudiend­o, bailando sonriente, disfrutand­o del espectácul­o que ha montado y de la reacción del público.

A los 48 años su número, las canciones, los detalles interpreta­tivos, la puesta en escena, la envergadur­a de la banda, todo exuda una calidad abrumadora. No hay pausas ni ripios. La música de Lila Downs fluye en vivo como una

Crítico de música

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fuerza imparable que envuelve con gracia y sin palabras sobrantes. No solo México marca presencia en su cancionero sino una combinació­n amplia de la naturaleza musical latinoamer­icana desde el norte...
► Lila Downs en el Teatro Municipal de Santiago. fuerza imparable que envuelve con gracia y sin palabras sobrantes. No solo México marca presencia en su cancionero sino una combinació­n amplia de la naturaleza musical latinoamer­icana desde el norte...

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