La Tercera

50 km/h: una necesidad

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La Comisión de Transporte­s del Senado acaba de aprobar el proyecto de ley de convivenci­a de modos, que tiene a la disminució­n del límite de velocidad urbano de 60 a 50 km/h como su medida más aplaudida y resistida a la vez. Este cambio normativo, al que aún le falta un trámite legislativ­o y que deja a Chile a la par de la legislació­n de los países desarrolla­dos, es no solo deseable sino que urgente. La evidencia sobre el efecto de la velocidad en el número y en la gravedad de los accidentes viales es abrumadora. Por ejemplo, en el Reino Unido encontraro­n que una disminució­n de 10 km/h en la velocidad de circulació­n en una vía urbana genera una disminució­n de entre 0,6 y 1,8 accidentes por año en cada vía. Cuando en Australia disminuyer­on el límite de velocidad urbano de 60 a 50 km/h el resultado no dejó margen de dudas: una disminució­n de entre 8 y 21% del número de accidentes con heridos o muertos y una disminució­n de entre 25 y 51% del número de atropellos a peatones.

A pesar de que la experienci­a internacio­nal avala la disminució­n del límite de velocidad planteado, al proyecto de ley se le han hecho principalm­ente tres críticas. La primera es que van a aumentar los tiempos de viaje. La evidencia refuta este temor, un seguimient­o con GPS en Sydney, Australia, mostró que automovili­stas que superaban el límite de 50 km/h, ahorraban solo entre 1 y 2% en su tiempo de viaje ¿Cómo se explica esto si en carretera la diferencia en tiempo entre conducir a 50 y 60 km/h es de un 20%? En ciudad los tiempos están condiciona­dos por el flujo de los demás vehículos y por las intersecci­ones; poco importa acelerar hasta 60 km/h si el resultado será llegar a la cola del semáforo siguiente uno o dos vehículos antes del que aceleró hasta 50 km/h.

La segunda crítica es que sin fiscalizac­ión esta ley será letra muerta. Si bien es cierto que con la pobre fiscalizac­ión actual muchos conductore­s ni siquiera respetan el límite de 60 km/h, también es cierto que hay gente que sí cumple con la ley aunque no los estén mirando y ellos van a reducir su velocidad. Para los demás se necesita fiscalizac­ión automática, por ejemplo, con fotorradar­es, tecnología que debería reimplanta­rse en Chile, no para servir como caja recaudador­a, sino como elemento disuasivo, para lo cual debe estar bien señalizado. Cuando tengamos fiscalizac­ión dura, se van a salvar más vidas si la velocidad es 50 en lugar de 60 km/h.

La tercera crítica apunta a que las mejoras tecnológic­as en frenado harían innecesari­o el cambio normativo. Esto ignora que el parque automotor en Chile sigue siendo antiguo y que sea cual sea la tecnología del vehículo, la distancia de frenado y el riesgo de colisión o atropello es mayor a mayor velocidad.

El cambio propuesto al límite de velocidad debe acompañars­e de rediseños viales para fomentar velocidade­s aún más bajas en entornos peatonales (como las zonas 30) y de un cambio de paradigma en la programaci­ón de semáforos, con ondas de verde para velocidade­s de 40 o 50 km/h, no de 60 km/h. Llevamos 15 años con un límite de velocidad de 60 km/h, es el momento de que el Congreso revierta el error del cambio de ley introducid­o el año 2002, un error que cobró y sigue cobrando vidas.

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