Echar por la borda
Ha costado un enorme esfuerzo y décadas salir de la profunda crisis a la que caudillos ideologizados condujeron a Chile. El camino seguido para superar la pobreza, modernizar el país, mejorar las condiciones de vida y el acceso a la educación de su población y la consecución de numerosos otros logros sociales ha sido arduo y espinoso. Ha resultado tan difícil desarrollar y construir, como fácil fue desandar y destruir. En este sentido, el acontecer nacional reciente resulta altamente inquietante. El derrotero que han ido tomando los acontecimientos muestra un peligroso amasijo de desconfianza social, corrupción, pérdida de dinamismo económico, delincuencia impune, conflictividad social, radicalización político-ideológica, descomposición moral, y un largo etcétera negativo.
Chile necesita con urgencia liderazgos a la altura de sus desafíos. En caso contrario, existe el riesgo inminente de echar por la borda lo conseguido, junto con frustrar las esperanzas de la mayoría silenciosa. El reto no es menor. En primer lugar se requiere tener una visión de Estado y actuar de tal modo que se haga posible gradualmente el rescate del sentido común, en especial el gubernativo, la revaloración social del servicio público y las responsabilidades directivas en general, la apuesta por la unidad y el entendimiento, la concentración de voluntades y energías en la satisfacción de las principales necesidades de la ciudadanía dejando de lado las “agendas particulares” y las ensoñaciones utópicas, el reordenamiento del equilibrio perdido entre derechos y deberes, el otorgamiento de garantías al trabajo esforzado y honrado, la persecución