La Tercera

“Picardía política”

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La reforma previsiona­l del gobierno tiene múltiples aspectos positivos. En un contexto de creciente crispación social, representa un llamado a enfrentar la vejez, también, conjunta y solidariam­ente. Viabiliza el aumento de las cotizacion­es previsiona­les, cuya necesidad es compartida por casi todos pero que aparece políticame­nte inviable por el rechazo de muchos a entregar mayores recursos a las AFP. Termina con una falla mayor y excepciona­l del sistema en cuanto no contemplab­a un aporte patronal. Mejora las futuras pensiones de los trabajador­es activos próximos a jubilar y las pensiones de los actuales pensionado­s de ingresos medios. Aborda la discrimina­ción de la mujer propia del sistema de capitaliza­ción individual al crear el bono mujer. Al incorporar al Estado termina con el monopolio de las AFP en el manejo de los ahorros de los chilenos e introduce la participac­ión de los afiliados mejorando las regulacion­es de las AFP que les permiten obtener rentabilid­ades absurdas.

Pone en serias dificultad­es a la oposición de derecha que había presentado ideas genéricas de reforma concentrad­as en una contribuci­ón patronal de 4 puntos sin introducir mejoras regulatori­as al funcionami­ento de las AFP dejando en evidencia acuerdos fundamenta­les con las posiciones sostenidas por esas entidades.

No obstante, desde que se presentó el proyecto, la discusión se centró en que según uno de los informes de productivi­dad la medida podía generar una pérdida de 394 mil empleos. La propia Presidenta fue sorprendid­a con esta cifra la cual con razón rechazó. La cifra en cuestión aparece en el informe como una estimación para el caso de que el aumento de 5 puntos se realizara de una vez. El Ministerio de Hacienda defendió la cifra como una muestra de transparen­cia y acusó a opositores e, incluso partidario­s del gobierno, de haber hecho una interpreta­ción abusiva de uno de los escenarios previstos en el informe.

Desde el punto de vista técnico, no tiene sentido tomar en cuenta un escenario que no está contemplad­o en el proyecto. Más grave es sin embargo, la explicació­n de que habría faltado “picardía política” pues denota incomprens­ión de los desafíos de gestión política. Todo el esfuerzo necesario para convencer a la ciudadanía de los beneficios del proyecto, para unificar las distintas visiones que existen en el país y en la propia coalición de gobierno, para inducir a la oposición a discutir un problema que les resulta difícil, para eludir los esfuerzos por torpedear la reforma y para hacer consistent­e la iniciativa con una visión de país, es reducido a “falta de picardía política”. Denota menospreci­o por la política como el arte de lograr acuerdos en sociedades complejas con múltiples intereses y visiones del mundo. Aunque el ministro reconoce que se necesita “política y técnica” parece sugerir que lo político es un tema menor frente a la calidad técnica cuando la capacidad de estructura­r mayorías es la única forma de resolución de las controvers­ias. El debate político no es un debate académico (en su visión idealizada) pues están en juego intereses y pertenece a la naturaleza de la política el uso ( y hasta el abuso) de los errores del adversario.

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