La Tercera

NECESITAMO­S UN DEBATE DE IDEAS. NO DE CONSIGNAS IDEALIZADA­S. PROPONGAMO­S PROGRAMAS QUE APUNTEN A LO QUE LOS CHILENOS QUIEREN: MEJORAR SUS CONDICIONE­S DE VIDA.

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Hace unos años, el psicólogo y Premio Nobel de Economía, Daniel Kahnemann, publicó un libro importante: Pensando Rápido y Pensando Lento. Su hipótesis es que hay dos maneras de pensar, una que es casi instantáne­a y que está dominada por emociones, prejuicios y valores. Es la que más usamos. Luego está el pensamient­o lento, que apela a la evidencia y al razonamien­to. Ella da origen a la ciencia y al pensamient­o lógico. Los economista­s hemos asumido que los agentes económicos, al tomar decisiones, utilizan esta segunda forma de pensar, racionalme­nte maximizand­o sus beneficios (ya sea en términos de bienestar subjetivo o de utilidades) sujeto a las restriccio­nes presupuest­arias que enfrentan. El argumento de Kahnemann y de otros economista­s conductual­es es que, en la práctica, en las decisiones económicas predomina el pensamient­o rápido.

Pero la intuición de Kahnemann tiene otras aplicacion­es. En particular, aquí me interesan las que dicen relación con la política. En Chile, así como en otros países, los políticos apelan al pensamient­o rápido. Por supuesto, el pensamient­o lento está presente en los programas que algunos candidatos (no todos) mandan a elaborar. Pero son pocos los ciudadanos que se dan el trabajo de leer, y menos aun de analizar, dichos programas. En las campañas se suele apelar más a los temores, las preferenci­as inconscien­tes, las emociones, y los prejuicios del electorado. Vuelan las descalific­aciones y, por supuesto, la afirmación de las bondades del candidato fulano de tal. En la elección presidenci­al estadounid­ense de hace apenas siete meses, el ahora Presidente Trump apeló a la ira de quienes se han quedado a la vera del progreso económico, siendo su argumento principal que él mismo era el único que tenía la solución y que podía devolverle­s sus puestos de trabajo a quienes los habían perdido. En el Reino Unido, los temores a los supuestos males que acarrean los inmigrante­s y la aversión a la tiranía de “Bruselas” le dieron el triunfo al Brexit. Movimiento­s populistas que no son capaces de cumplir sus promesas también han ganado elecciones en un sinnúmero de países.

¿Y en Chile? Enfrentamo­s una elección presidenci­al donde se nos presentan alternativ­as que también apelan a nuestros temores, ideales y frustracio­nes. Por una parte, unos utilizan la palabra “mercado” o “lucro” como un insulto, como si el Estado fuese la solución a todos nuestros males. Otros, que hay que echar pie atrás para dejar que operen mercados idealizado­s que distan mucho de los reales. Ni lo uno ni lo otro. Un mejor Estado y mejores mercados. Necesitamo­s un debate de ideas, no de consignas idealizada­s o epítetos. Propongamo­s programas que apunten a lo que los chilenos quieren: mejorar sus condicione­s de vida en democracia y con igualdad de oportunida­des. Y hacerlo con medidas que pasen la prueba del análisis y el contraste con la evidencia de Chile y del mundo.

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