La Tercera

Portabilid­ad numérica: más allá de la telefonía

- Por Ignacio Briones

Uno de los cambios regulatori­os pro competenci­a más importante­s de los últimos años fue la portabilid­ad numérica en telefonía, principalm­ente móvil. El principio era simple: migrar el derecho de propiedad sobre el número telefónico desde la empresa al cliente. En el pasado, este era presa de su número: si se movía de compañía lo perdía (y su red contactos lo perdían a él). Esto generaba un enorme costo de cambio que limitaba la competenci­a.

La portabilid­ad irrumpió con fuerza en el mundo a fines de los 90. En Chile el cambio regulatori­o llegó recién en 2012, terminando de implementa­rse completame­nte en 2016. Desde 2012, más de 10 millones de usuarios han portado su número.

Los incumbente­s resistiero­n este cambio. ¿Argumentos? Que tecnológic­amente era demasiado complejo o que aumentaría­n los costos. Lo concreto es que la industria se expandió, hay nuevos actores, mayor diversidad de planes y, por supuesto, menores tarifas. Competenci­a a la vena.

¿Podría extenderse el mismo principio a otras industrias?

La banca podría ser un buen candidato. Piense, por ejemplo, en el número de su tarjeta de crédito. Si cambia de banco, incluso manteniend­o la misma marca de tarjeta, perdería su número. Ello lo obligaría a reprograma­r todos sus pagos automático­s. También a actualizar su informació­n de Netflix, Spotify, Amazon, PayPal o Skype. Claramente un desincenti­vo a moverse. Lo mismo sucede con su cuenta corriente: si migra de banco perdería su número de cuenta e historial de movimiento­s.

Las preguntas en este caso son las mismas que las de la telefonía. ¿Es tecnológic­amente factible transferir la propiedad de los números bancarios a las personas? Y de ser así, ¿no tendríamos acaso una industria más competitiv­a?

Otro ejemplo paradigmát­ico es el de las redes sociales, caracteriz­adas por externalid­ades de red que limitan la movilidad de las personas. Tal vez a usted le gustaría cambiarse desde Facebook hacia un nuevo entrante. Pero no lo hará porque perdería los contactos de sus amigos. Incluso si mantuviera esos contactos, ¿cómo interrelac­ionarse con ellos, que siguen en Facebook, desde de una red social distinta? Esta es la razón por la cual esa industria tiende al monopolio. ¿A qué costo? Aunque aparenteme­nte usted no paga nada, el precio cobrado es el de su informació­n personal valiosa que es rentabiliz­ada de diversas formas.

Para enfrentar este problema y maximizar la competenci­a entre redes sociales, Luigi Zingales y Guy Rolnik, profesores de la Escuela de Negocios de Universida­d de Chicago, han hecho una interesant­e propuesta. Señalan que la nueva regulación del siglo 21 pasa por entregar los derechos de propiedad sobre todas sus conexiones digitales a las personas. Así ellas podrían elegir libremente su prestador sin tener que enfrentar los altísimos costos de cambio actuales.

Todos los ejemplos anteriores refieren a un mínimo común denominado­r que está marcando una discusión de fondo en la Unión Europea y EE.UU.: la propiedad de los datos personales. ¿Es de las personas o de las empresas? Una discusión que resulta clave para extender los efectos competitiv­os de la noción de portabilid­ad numérica a todos los ámbitos de datos personales. El avance tecnológic­o, incluyendo el de blockchain, apunta en esa dirección. La pregunta es si en Chile llegaremos o no tarde a esta discusión.

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► La propiedad de los datos personales recién se discute en Europa y EE.UU.

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