La pregunta fundamental
Gobierno enfrenta ofensiva por cambios en proyecto de inmigrantes
Dos semanas antes de que se ingresara en la Cámara el proyecto del Ejecutivo que establece una nueva Ley de Migraciones, el diputado PPD Ramón Farías hizo una advertencia. El parlamentario -miembro de la transversal Bancada Migrante- le hizo ver al gobierno que si la iniciativa no contaba con la creación de una subsecretaria encargada del tema se “disminuirá” la ayuda a los inmigrantes. “Si se mantiene que solo habrá una coordinación entre los ministerios, veo difícil que exista una buena ejecución de los cambios a la ley”, advirtió.
Si a Bachelet ya le siguió Piñera, probablemente a Bachelet le seguirá Piñera. La primera Bachelet entró tímidamente al ruedo, casi como expresión de un suave feminismo, vestida de nupcial blanco. La segunda lo hizo marcando el paso menos delicadamente, precedida por una extraña cofradía de rostros decididos, enarbolando un programa con el que quería expresar a la calle. Su primer gobierno terminó con una suavidad semejante a aquella con la que comenzó; el segundo parece finalizar de un modo tan inquietante como el del inicio.
El primer Piñera, de su lado, entró con aplomo ante las catástrofes: el terremoto, el accidente minero. Lo que despuntaba como un liderazgo definido se fue enredando, empero, en la madeja de la gestión y terminó como un gobierno de administración; buena, pero, a fin de cuentas, administración, justo en la época en que se necesitaba política.
El triunfo de Piñera no está garantizado, pero ante el derrumbe de la Nueva Mayoría y los desengaños del Frente Amplio, ante las impericias de Guillier y Sánchez, y lo que indican consistentemente las encuestas, las elecciones se están volviendo asunto de menor importancia.
Si en 2006 fueron los secundarios, en 2011 los universitarios: o el movimiento estudiantil ha perdido ritmo (pues el quinto año se cumplió en 2016), o su consigna es prepararse para cuando la centroderecha regrese al poder. Sería ingenuo andarse desatento con este hecho, así como con la circunstancia de que, tras siete años, las cohortes de estudiantes actuales son distintas de las que perdieron el año académico bajo el primer gobierno de Piñera. Están disponibles las energías para paralizar la educación superior. Y, si se observa lo que está ocurriendo al interior de las aulas, no hay espacio para pensar en algo distinto a una consolidación del discurso de la nueva izquierda.
Era fácil prever que los problemas que afectarían al segundo gobierno de Bachelet serían el económico y el de la gestión. Bajo las condiciones del escenario estudiantil, sumada la conformación de un polo a la izquierda del espectro político tradicional, con una Nueva Mayoría cuya banda más radical probablemente quiera retomar la voz de la calle y unirse al Frente Amplio; agregado a lo dicho que la articulación entre todos estos factores resulta fácilmente realizable a partir de un discurso, latente pero vigoroso, de condena al mercado y ensalzamiento de la deliberación pública, una cuestión deviene fundamental y no puede sino dejar atrás todo lo demás. La cuestión es esta: ¿entrará Piñera a su segundo gobierno reiterando el énfasis en la gestión y la economía o, junto a las importantes tareas vinculadas a esos asuntos, encarará el desafío efectivamente decisivo -en la hora actual de malestar difuso y cambios sociales y discursivos-, a saber: el del liderazgo específicamente político de la nación?
Ese liderazgo requiere descansar en dos bases, sin las cuales la república resulta inviable. De un lado, un avance hacia la integración efectiva, que reúna bajo condiciones comunes razonables a todos los chilenos, de tal suerte de lograr que la diversidad se sienta reconocida en la unidad a la que llamamos nación o pueblo. Del otro, un fortalecimiento de la distribución del poder social, entre el mercado y el Estado, así como al interior del Estado y el mercado, cual condición no solo del florecimiento material del país, sino, especialmente, de una dispersión de esferas cuya concentración hace sucumbir la libertad.