Las artistas del desacato
Gracias a un trabajo de revisión de la colección permanente del Museo de Bellas Artes, hemos accedido a nuevas lecturas sobre el arte chileno detenidas críticamente en el tema de género. Expuesta en enero y febrero, (En) clave masculino, hablaba tanto de lo masculino como de homoerotismo, sexualidades alternas o relaciones de poder, instalando un imaginario poco revisado en el museo; mientras que – hasta el 17 de septiembre– Desacatos. Prácticas artísticas femeninas 1835 -1938 visibiliza el lugar de la mujer en la institución arte y las reivindicaciones de las artistas chilenas de entre siglos.
En ambas exposiciones, la curadora Gloria Cortés vuelve al propio museo sujeto de autocrítica: evidencia la falta histórica, su carácter patriarcal, y el valor de las obras al margen. Hay piezas inéditas, pinturas o esculturas no tan célebres de artistas no tan conocidos tal vez, que cobran así el valor de un archivo, compareciendo también los archivos como tales: fotografías, documentos, notas de prensa y revistas de época.
Desacatos releva el aporte de artistas como Magdalena Mira, Rebeca Matte, Laura Rodig, Lily Garafulic, Ana Cortés y Henriette Petit, entre otras. Están la búsqueda de un lenguaje propio y el deseo de emancipación en variados signos. Obras clave son, por ejemplo, el retrato que hizo de la primera pintora chilena, Paula Aldunate, su maestro, Juan Mauricio Rugendas, donde figura en un díptico junto a su marido, así como la pintura que realizó Judith Alpi de Laura Rodig, evidenciando un rostro de fuerte personalidad cuando la modelo tiene 14 años.
La exposición va más allá del valor estético de las obras, para dar cuenta de situaciones como la sujeción de las artistas a la figura del maestro, del padre o del marido, así como una mirada al cuerpo, temas como el desnudo femenino abordado por mujeres, la identidad de clase o de raza. Se incluye la obra de Leonora Carrington, la surrealista inglesa radicada en México, abordando al mismo tiempo personalidades que trabajaron en resistencia o por organizarse en la lucha feminista, el rol que jugaron varias en el intento de construir otras genealogías, dado por relaciones de aprendizaje y creación, o la irrupción de grupos como la Sociedad Artística Femenina (1914) y el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (1935). Colectivamente, las artistas fueron encontrando modos de tensionar el canon y reivindicar un lugar en el espacio del arte donde claramente la institución, la tradición y la academia han sido de dominio masculino.