Mercados: ni frío ni caliente, agradablemente tibio
Luego de una semana convulsionada por eventos político-económicos en nuestro país, las acciones chilenas reaccionaron subiendo, en un año en que llevan una rentabilidad de casi 25% en pesos (más de 30% en dólares), entre los primeros lugares en el ranking de la región, y del mundo. Es el caso opuesto en cuanto al lugar que ocupa la economía chilena en el ranking de tasas de crecimiento regional y global, creciendo menos de 1,5%.
Los mercados anticipan e incorporan en sus precios eventos futuros, gradualmente, en la medida que éstos aumentan su probabilidad de ocurrencia, lo que explicaría esta dicotomía local. Se diga lo que se diga, se tome la medida que se tome, el pueblo chileno tiene cada vez más claro que el bienestar, el progreso y la equidad no son posibles sin crecimiento, o sea sin generar recursos. Por lo tanto, la bolsa se anticipa cada vez más a que las elecciones presidenciales de diciembre próximo traerían un giro decidido hacia la búsqueda de la prosperidad por medio del crecimiento.
Pasando de Chile al mundo, hemos visto también desde principios de este año, que a pesar de riesgos primero, geopolíticos, sociales y comerciales, dada la nueva configuración política del mundo y, segundo, los temores a los efectos de una potencial alza fuerte de la tasas de interés en Estados Unidos y los países desarrollados, los activos de riesgo llevan entregando rentabilidades atarctivas, de dos dígitos en el año. Los episodios de “sustos”, llamados en la jerga financiera de “risk-off”, son breves y limitados; se vuelve rápidamente al opuesto modo “risk-on”, como si los inversionistas en forma paranoica prendieran y apagaran la radio del apetito por riesgo, que desde hace más de un año permanece mucho más tiempo prendida que apagada, impulsando los mercados de acciones y bonos hacia mayores rendimientos.
El escenario base que da soporte a lo anterior es que, al menos en lo que a variables cuantificables concierne, en los próximos 6 a 12 meses, i) el mundo crece y los indicadores líderes de actividad señalan que seguirá haciéndolo, ii) la inflación es baja y las expectativas inflacionarias están ancladas y iii) las tasas de interés están en niveles aún bajos y lo seguirán estando.
A esto se suma, desde el ámbito corporativo a nivel global, en general, que la situación financiera de las empresas se muestra saludable, empresas que a partir de la crisis se hicieron más eficientes y que han seguido viendo crecimiento en sus utilidades. En este sentido, y es el caso también para los niveles de los precios de los activos financieros, los mercados desarrollados, liderados por Estados Unidos, están en una etapa más madura del ciclo y hay menos espacio para que siga acelerándose el ritmo de crecimiento de las ganancias. Mientras tanto, los mercados emergentes están en una etapa más temprana de recuperación y aún con holguras para generar más valor. Todo lo anterior lleva a que se favorezca la inversión en acciones relativo a la renta fija y en mercados emergentes versus los desarrollados.
Los riesgos están, como siempre, y son los “mismos sospechosos” del último año: geopolíticos, sociales, políticos y en el comercio internacional. No son cuantificables y sus potenciales efectos son muy graves, pero el consenso es que prevalecerá la cordura en el actuar de las autoridades políticas y económicas en Chile y en el mundo.