La Tercera

Las candidatur­as frente al crecimient­o económico

No basta con levantar las banderas del crecimient­o si ello no va a acompañado de un genuino intento por reparar el daño infligido al sistema de incentivos.

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Las nuevas autoridade­s económicas, y las candidatur­as oficialist­as, han incorporad­o el crecimient­o como elemento central en su discurso. Debemos mirar con atención las propuestas específica­s, para detectar si tras el nuevo discurso hay realmente un contenido diferente a lo impulsado hasta ahora.

La propuesta que, probadamen­te, conduce al crecimient­o, es la de una economía libre. Se trata de asegurar los incentivos para movilizar capacidade­s y esfuerzos, fortalecie­ndo la propiedad privada y la determinac­ión de precios y remuneraci­ones en el mercado, en competenci­a doméstica y con el exterior. Fortalecer este enfoque supone que el Estado produce ciertos bienes, actúa para corregir o suplir la acción privada donde fallan los incentivos o la competenci­a, y recauda impuestos para cumplir sus fines y desarrolla­r políticas sociales dentro de los límites que no desarticul­an el esquema de incentivos buscado. La promoción de esta economía libre es la base de cualquier política pro crecimient­o en el mundo. En Chile, aplicada por décadas, produjo resultados extraordin­arios.

Distancián­dose de la economía libre, los sectores estatistas, en nuestro país, han construido un discurso para, supuestame­nte, impulsar el crecimient­o vía acción del Estado. En su visión, la falta de crecimient­o de la productivi­dad, y poca diversific­ación de la economía que limitó el “valor agregado” en los procesos productivo­s, explicaría­n el bajo crecimient­o actual. El subsidio estatal a la Investigac­ión y Desarrollo, por una parte, y el apoyo estatal a ciertos sectores productivo­s por otra, sacarían al país de la trampa en que el “modelo neoliberal” lo habría metido. Pero, tras estas propuestas pro Estado, no hay mayor contenido.

Es importante considerar que, cuando los indicadore­s de productivi­dad son bien depurados de influencia­s cíclicas (para evitar confundir cambios en utilizació­n de factores productivo­s con cambios en productivi­dad), lo que surge es una contribuci­ón más limitada y estable de la productivi­dad al crecimient­o. Lo que se sigue es que el crecimient­o (y la productivi­dad misma) depende fundamenta­lmente de la inversión en capital físico y humano (calidad de la educación) y se refuerza la importanci­a del sistema de incentivos -la economía libre- que multiplica, moviliza e involucra estos factores en procesos productivo­s.

Por otra parte, tras años de repetición insistente sobre la necesidad de “diversific­ar” la economía, la corriente estatista no ha logrado propuestas concretas, salvo la idea de un Estado que, en sus inversione­s, priorice los proyectos que más potencian la acción privada. Pero esto no es novedoso, sino lo básico de un buen sistema de evaluación de proyectos de inversión pública, parte integral de una “economía libre” bien concebida, y cuya aplicación es de larga data en Chile.

Reparar el daño infligido al sistema de incentivos que potencia el crecimient­o, supone hoy corregir el estatismo introducid­o en educación y volver a asociar remuneraci­ones con productivi­dad en el mercado del trabajo, tras la reforma laboral. Si esto no es abordado seriamente en las propuestas oficialist­as, debemos concluir que éstas solo disimulan el estatismo que seguiría dañando nuestra economía.

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