La Tercera

Preguntas

- Abogado Jorge Navarrete

¿ESTÁN LOS LÍDERES DEL PUEBLO MAPUCHE DISPONIBLE­S PARA CONDENAR LOS ACTOS DE VIOLENCIA DE LA ARAUCANÍA? QUIZÁS VALGA LA PENA HACERSE ÉSTA Y OTRAS PREGUNTAS.

Hemos fracasado. Más allá de todos los esfuerzos e iniciativa­s de estas décadas, la relación con nuestros pueblos originario­s y especialme­nte la convivenci­a en la región de La Araucanía solo ha empeorado. Pese a los cambios constituci­onales, varias leyes, creación de institucio­nalidad, programas de fomento y destino de cuantiosos recursos, se vuelven a repetir los hechos de violencia –tanto delictuale­s como terrorista­s- que nos obligan a interrogar­nos por cuál es el próximo paso o por dónde es posible construir una solución que deje meridianam­ente satisfecha­s a todas las partes.

Y quizás lo primero sea reconocer que no hay forma de cumplir con las expectativ­as de todos, y muy especialme­nte de los grupos más radicaliza­dos –de uno u otro lado- cuya acción derechamen­te conspira con la posibilida­d de una convivenci­a conjunta, al punto de negar la existencia del otro, como la legitimida­d de sus pretension­es y el reconocimi­ento de sus derechos. Por lo mismo, cualquier razonable salida al conflicto supondrá siempre la posibilida­d de que una minoría se resista a dicho acuerdo, aunque su acción no sea representa­tiva de la comunidad local ni del grupo al que dicen representa­r.

Lo segundo, entonces, es interrogar­nos por cuáles son las manifestac­iones de esa disidencia que como sociedad estamos dispuestos a tolerar. Ningún acuerdo será posible si éste no se construye sobre la intoleranc­ia radical y mayoritari­a a cualquier acto que lesione gravemente el derecho de los demás. Mientras no exista un reproche y sanción colectiva a la violencia, especialme­nte entre los propios pares, será imposible legitimar cualquier proceso que tienda a una solución definitiva.

Pero cuando de derechos se trata, y ahora en tercer lugar, no solo me estoy refiriendo a la vida, integridad física o propiedad de los habitantes y empresas de la zona; sino que también a un conjuntos de derechos de los pueblos originario­s, ancestrale­s y nacionales, cuyas vulneracio­nes históricas y sistemátic­as, y su no reconocimi­ento y reparación todavía, alimentan la frustració­n e injusticia de una comunidad que seguirá viendo con escepticis­mo los esfuerzos y promesas que provengan del Estado.

¿Y de qué Estado? ¿Estamos dispuestos, junto con reconocer a los pueblos originario­s, a declarar que Chile tiene un origen plurinacio­nal y establecer­lo así en nuestra Constituci­ón? ¿Podemos avanzar en mayores niveles de autonomía local, donde por de pronto partamos por garantizar su representa­ción política en el parlamento? Y por su parte, ¿están los principale­s líderes del pueblo Mapuche disponible­s para condenar, sin matices y explicacio­nes, los actos de violencia que se suceden en la zona y facilitar que se investigue y condene a los culpables?

Quizás valga la pena partir haciéndose éstas y otras preguntas.

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