La Tercera

CASO ANGUITA

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SEÑOR DIRECTOR

Encontránd­ose nuestros legislador­es maniatados por las investigac­iones del Ministerio Público (MP) que les inhiben legislar con valentía para enfrentar los abusos y carencia de verdadero control en las actuacione­s del MP, debemos alertar la situación que enfrenta nuestro estado de derecho. El fiasco del “caso Anguita” ilustra la magnitud del problema. El MP investiga con un estándar indebido: solo el necesario para triunfar en el veredicto popular, más no ante un Tribunal de Justicia. De otra forma no se explica que un ciudadano permanezca dos años privado de libertad para luego ser absuelto en forma unánime. Parece evidente que el MP llevó a juicio a una persona por las “inconsiste­ncias” en su relato pero no se hizo cargo de probar realmente el delito que le imputaba.

Es inadmisibl­e que el celo investigat­ivo del MP sea solo suficiente para formalizar, obtener preliminar­es medidas cautelares o eventualme­nte forzar al imputado a aceptar un procedimie­nto abreviado que evite el debate en juicio oral de las imputacion­es y pruebas reunida por el MP. Las revelacion­es de antecedent­es de la investigac­ión –tantas veces denunciada­s, pero jamás sancionada­s por el MP- revelan una tácita aceptación, cuando no un uso estratégic­o de los alcances comunicaci­onales de las investigac­iones penales.

Si no se adoptan medidas correctiva­s se terminarán de erosionar las libertades individual­es. El “caso Anguita” no es aislado, por lo que el MP debe revisar sus procedimie­ntos. Ya no se trata de los poderosos, como se dijo en el caso Penta; se trata de cualquier ciudadano que enfrenta al poder punitivo del MP.

Gabriel Zaliasnik

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