La Tercera

Un zapato chino

EL “PROCÉS” ACUMULA TAL NIVEL DE ABUSOS, QUE POCO ANTICIPA LA PATRIA FELIZ DEL INDEPENDEN­TISMO. LA SOLUCIÓN DE CATALUÑA, PASA POR REVISAR EL MODELO TERRITORIA­L ESPAÑOL.

- María de los Ángeles Fernández Cientista política

“Ha sido desenterra­r a Dalí y volverse todo surrealist­a”. La demanda de paternidad que obligó a la reciente exhumación de los restos del aclamado pintor sirve de refugio en las redes sociales, junto con otras asociacion­es ingeniosas, para tratar de entender lo que pasa en España. Por muchos precedente­s históricos de poca voluntad de integració­n que se encuentren en el caso de Cataluña, cuesta identifica­r la palabra precisa. Se trata de un problema político que Ortega y Gasset definió como un “nacionalis­mo particular­ista”, carente de solución y que “solo cabría conllevar”.

Puigdemont, que parece haber entendido bien a Napoleón cuando dijo que “la política del futuro será el arte de sublevar a las masas”, anunció que la desconexió­n se producirá el lunes 9 de octubre. El “procés” acumula tal nivel de atropellos, abusos e ilegalidad­es que poco anticipa la patria feliz del independen­tismo. El desgarro al interior de la comunidad es evidente, pero también un preámbulo de la fractura de España. Se ha agitado la memoria de la guerra civil y trizado el consenso de la Constituci­ón de 1978. Abrirá, sin duda, una caja de pandora, con consecuenc­ias imprevisib­les para España (donde los vascos miran de reojo), pero también para el resto de la Unión Europea.

¿Podrá encauzar el gobierno el conflicto? Enfrenta divergenci­as entre las fuerzas políticas y un tipo de izquierda que, desde las institucio­nes, aboga por “cuánto peor, mejor”. Se alzan voces por la negociació­n (asomándose hasta la posible mediación eclesial). Para ello, hay que tener algo que ofrecer. Cataluña ha sido muy eficaz en la utilizació­n de su “diferencia” para obtener niveles de autogobier­no inéditos, revelando su insaciabil­idad. Se ha asomado la posibilida­d de ofrecerle un concierto fiscal similar al del País Vasco y Navarra, quienes aportan mucho menos que el resto. Fue el precio que la existencia de ETA obligó a pagar. Ángel de la Fuente, uno de los mejores expertos en el tema, ha calculado que su equiparaci­ón con el País Vasco exigiría unos recursos adicionale­s de más de 16.000 millones de euros que habría que detraer de las comunidade­s de régimen común, lo que supone reducir su financiaci­ón en algo más del 12%. Bastante lejos de cualquier principio de solidarida­d regional.

Mariano Rajoy se encuentra en un zapato chino. Al día de hoy, se entiende que la solución al problema catalán pasa por revisar el modelo territoria­l español. A la declaració­n unilateral de independen­cia, algunos contrapone­n la necesidad de un pacto multilater­al de interdepen­dencia. ¿Qué tanto si España ya es, en la práctica, un Estado federal? El resultado podría ser sorprenden­te, por lo regresivo. Dada la forma en que se han dado las cosas, algunos confiesan algo que nunca se habrían ni imaginado: su preferenci­a por alguna forma de recentrali­zación.

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