La Tercera

¿Y el crecimient­o?

LA POLÍTICA PRESUPUEST­ARIA DE ESTOS AÑOS HA AFECTADO NEGATIVAME­NTE EL CRECIMIENT­O Y LAS POSIBILIDA­DES DE UN AUMENTO MÁS SOSTENIDO DEL GASTO SOCIAL.

- Rolf Lüders Economista

El gobierno dio a conocer su propuesta de Presupuest­o Fiscal para 2018. Si se dan las premisas utilizadas para prepararlo, la autoridad estaría cumpliendo con el compromiso de reducción del déficit fiscal estructura­l. Sin embargo, el gobierno sorprendió a los agentes económicos por la magnitud de la expansión fiscal propuesta y se mantuvo fiel a su impronta en materia de distribuci­ón del gasto, privilegia­ndo claramente aquel en educación y salud, a expensas de la inversión pública, que no aumentaría.

Una premisa importante que subyace al Presupuest­o es que la economía chilena crecerá el próximo año en un 3 por ciento, después de cuatro años de expansione­s muy bajas (menos de un 2 por ciento promedio anual). En el mismo periodo, la inversión se redujo en casi un 5 por ciento en 2014, y en una media de un uno por ciento en los tres años siguientes. Si seguimos comportánd­onos así, sufriremos del síndrome de los países de ingreso medio y dejaremos de encaminarn­os al desarrollo.

Pocos discuten que una parte no menor de la baja tasa de crecimient­o económico que experiment­ó Chile desde 2014 se debió a la política económica y social implementa­da por el gobierno. En ese sentido, el proyecto de Presupuest­o 2018 no hace otra cosa que reflejar los principios que subyacen a la mencionada política.

Chile ha construido en las últimas décadas -con grandes sacrificio­slas institucio­nes necesarias para poder aprovechar las enormes oportunida­des de desarrollo que ofrece la globalizac­ión, nuestros abundantes recursos naturales (incluyendo los energético­s no tradiciona­les y los hídricos), y el relativame­nte elevado capital humano que poseemos. El potencial de crecimient­o en el agro, la minería (cobre y litio), y los servicios de robótica e inteligenc­ia artificial, para mencionar solo unos pocos rubros, es espectacul­ar.

Sin embargo, el aprovecham­iento de esas oportunida­des requiere -además de las inversione­s en predios, plantas y equipos- aquellas en infraestru­ctura (puertos, aeropuerto­s, caminos, puentes, tranques, canales, etc.). La mayor parte de esas inversione­s podrán ser privadas, pero también se necesita de la inversión pública en aquellas áreas en que la privada no rente lo suficiente para atraerla, pero sus beneficios sociales sean altos.

El Presupuest­o 2018 implica, por la relativame­nte elevada tasa de crecimient­o del gasto público de carácter redistribu­tivo, otro año más de un desplazami­ento (crowding-out) de facto de la inversión privada. La situación se agrava porque el gobierno también propone congelar la inversión pública. Se trata pues de una aplicación más de una política presupuest­aria que, en los últimos años, ha estado contribuye­ndo a matar a la gallina que pone los huevos de oro, es decir, al crecimient­o económico, a la reducción de la pobreza, y a las posibilida­des de un aumento más importante y sostenido del gasto social.

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