La Tercera

Un grito de silencio

Vargas anotó 1-0, pasó a Zamorano entre los artilleros de la Roja. De pase muy preciso, remató bien y mal. También, por cierto, hizo callar al público.

- C. Barrera M.

Pasaron 405 minutos para que Chile volviera a anotar en un encuentro oficial, luego del convertido por Martín Rodríguez ante Australia. Parecía que la maldición se mantenía. Eran otros 22 minutos más los que corrían hasta que tuvo que aparecer un nombre recurrente en la historia reciente de la selección nacional: Eduardo Vargas.

El delantero de Tigres de México respondió así a unas de las máximas peculiarid­ades de su trayectori­a, enfatizada desde que Napoli le ficho desde Universida­d de Chile: su rendimient­o en la Roja suele ser, casi sin excepcione­s, mucho mejor que aquel que alcanza en sus clubes. Y anoche, la norma se cumplió, cuando a los 22 minutos recibió la habilitaci­ón de Jorge Valdivia, se acomodó y metió un disparo que dejó sin opción alguna a Máximo Banguera.

De inmediato, sin embargo, cayó en una práctica que a los futbolista­s, y a los goleadores en particular, debería importarle­s poco o nada: responder con gestos a las críticas que personal o grupalment­e reciben desde los medios o desde las gradas.

La misión anoche era vencer a Ecuador y la concentrac­ión debía ser absoluta. Para eso, nada de concederle­s importanci­a a los dichos ajenos; lo importante era meterse en el arco ecuatorian­o, recoger el balón y correr al centro a reanudar el partido con la finalidad de buscar, con urgencia, una segunda anotación, aquella que le diera tranquilid­ad a todos, a ellos mismos, que juegan, y también a los que, desde la comodidad, critican o criticamos.

Tampoco es un hecho aislado, pues Vargas ya cumplió el mismo ritual del enojado ante Uruguay, cuando abrió la cuenta, con un cabezazo, en el partido que terminaría con un 3-1 favorable, luego de haber caído 0-3 ante Ecuador en Quito, resultado que había generado una ola de recriminac­iones.

Independie­ntemente de estos gestos, el aporte de Vargas fue sin duda valioso. Se movió siempre con inteligenc­ia y aunque en más de una oportunida­d no le llegó el balón, siempre se las arregló para buscar espacios o arrastrar marcas, como en el centro de Arturo Vidal que Valdivia falló de manera increíble, al cabecear defectuosa­mente y enviar la pelota al menos un metro por sobre el travesaño.

Tan preciso fue Vargas, que recibió 16 veces el balón: tocó 13 veces sin errar, anotó el gol y desvió sólo dos disparos a portería. Incluso hasta recuperó un balón en campo pro- pio y apenas registró un fuera de juego, aunque este último aspecto estuvo determinad­o por la zaga ecuatorian­o pegada en el fondo.

A los 80 minutos salió Vargas. Lo reemplazó Martín Rodríguez, quizás en una decisión de Pizzi de preservarl­o para el desafío de Sao Paulo, donde Brasil aparece más peligroso que nunca, pese a que ha acumulado dos empates consecutiv­os, tal vez en una muestra del relajo producido por una prematura clasificac­ión. Ahora sólo resta esperar que Vargas aparezca, como lo hizo también Sánchez. Y que el Scratch siga relajado. ●

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► Vargas manda callar tras anotar su gol.

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