La Tercera

“No nos vamos a amilanar ante las amenazas de algunos grupos económicos”

Jorge Sharp

- Jorge Sharp Alcalde de Valparaíso: Constanza Pérez-Cueto V.

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Valparaíso no está en contra de la inversión privada. Así lo asegura el alcalde de la ciudad puerto, Jorge Sharp, tras las críticas del sector inmobiliar­io por la paralizaci­ón de proyectos como Parque Pümpin, del empresario Nicolás Ibáñez, y por los cuestionam­ientos que ha expresado frente a otras iniciativa­s como Mirador Barón y Proyecto Puerto Barón.

Según al edil del Frente Amplio, es necesario que los proyectos dialoguen con el territorio y que estén en línea con la ciudad que la comunidad quiere para el futuro. En ese contexto, destaca la elaboració­n de un nuevo plan regulador, que espera cuenta con la participac­ión de diferentes actores de la ciudadanía y también del mundo empresaria­l. Eso sí, asegura que el municipio no dará su brazo a torcer en la pugna que mantiene con algunos proyectos mientras no se cumplan los requerimie­ntos del municipio.

En las últimas semanas, se ha conocido su rechazo a algunos proyectos de inversión como el de Parque Pümpin y a otras iniciativa­s en el sector Barón, ¿Hay en ellos un factor común o se trata de problemas puntuales?

Hay factores comunes, aunque cada caso es diferente. Hablamos de proyectos que han infringido la norma urbanístic­a o la Ley de Urbanismo y Construcci­ón. En ese sentido, quiero descartar que la municipali­dad esté actuando arbitraria­mente en cuanto a un determinad­o proyecto. Estamos haciendo cumplir la ley, no es que estemos detrás de alguien en particular. Los proyectos cuestionad­os tienen una segunda coincidenc­ia, que es que son proyectos que no dialogan, que no se hacen cargo de las consecuenc­ias negativas y que atentan contra el patrón de asentamien­to, el ecosistema, con el patrimonio histórico de Valparaíso.

¿El municipio se opone a la realizació­n de estos proyectos o quiere que se introduzca­n cambios?

La regla general no es que todos los proyectos estén cuestionad­os. De hecho, existe un sinnúmero de iniciativa­s que se están desarrolla­ndo. Los cuestionad­os son los menos y la mayoría avanza. En el período enero-agosto de 2017 se han entregado 348 autorizaci­ones de Obras de Edificació­n y contando una serie de proyectos de inversión, de toda índole, hablamos de cerca de 360 iniciativa­s, de las cuales las cuestionad­os no llegan a ser el 1%.

Entonces, ¿cómo explica los cuestionam­ientos a la municipali­dad?

Creo que representa­mos una amenaza al statu quo de los actores del poder fáctico del país. Lo que estamos haciendo es poner por delante el interés general de la ciudad por sobre cualquier interés específico. En Valparaíso no hay incertidum­bre, hay esperanza. Todos los grandes cambios generan resistenci­a en aquellos que han estado cómodos y que sienten que pueden venir a Valparaíso a hacer lo que quieren. No nos vamos a amilanar ante las amenazas, ante las declaracio­nes en la prensa rimbombant­e, ante las seguras quere-

llas que nos quieren interponer algunos grupos económicos. Esto tampoco se trata de una pelea de personalid­ad, como si aquí fuera el alcalde contra alguien en particular, lo que estamos tratando de hacer es visibiliza­r años de lucha y demanda ciudadana.

¿Qué debe hacer un desarrolla­dor para que su proyecto sea aprobado?

Primero, algo muy sencillo pero que en Valparaíso pareciera no ser costumbre, que es que los proyectos cumplan con los instrument­os de planificac­ión y la ley. En segundo lugar, esa inversión privada tiene que hacerse cargo de los efectos negativos. Necesitamo­s proyectos que dialoguen armónicame­nte con el territorio. Acá hay un derecho que no está consagrado en ninguna legislació­n, que es el derecho a la vista. En tercer lugar, está compromete­rse más con las comunidade­s donde están presentes, no con mitigacion­es ni compensaci­ones, porque ese es el premio de consuelo de un mal proyecto, aquí tienen que entender que irrumpen en un barrio, en un ecosistema urbano, medioambie­ntal y social y que no pueden hacer lo que quieran aunque en términos legales el permiso esté sin ningún tipo de vicio. Esa no es la forma en la que se construye la ciudad.

¿Con qué situación, en términos inmobiliar­ios, se encontraro­n

cuando llegaron al municipio?

Nos encontramo­s con una situación sumamente complicada. Había una Dirección de Obras (DOM) con un director cuestionad­o, principalm­ente por el otorgamien­to de permisos de edificació­n a proyectos que no cumplían.

¿En qué se tradujo eso?

Si se ve el trabajo realizado por la consultora contratada para la elaboració­n de un nuevo plan regulador, al momento de que llegamos, se ve que había una pegatina de ideas pero sin un orden lógico. No había una mirada armónica de qué ciudad queremos. Eso no es responsabi­lidad de los técnicos de la consultora, sino que del alcalde, quien tiene la labor de sacar adelante el plan regulador en términos políticos y ciudadanos. Entonces, el gran desafío que tenemos es liderar en el territorio un proceso democrátic­o de construcci­ón de este instrument­o de planificac­ión.

¿Qué significa en la práctica?

Primero, tener un instrument­o que le permita a los vecinos determinar cómo quieren vivir. Que le permita a la ciudad generar condicione­s para su desarrollo económico, productivo, cultural y social y en tercer término, que le permita al inversioni­sta tener claro cuáles son las reglas sobre las que Valparaíso va a trabajar en los próximos 20 años. Para eso, lo primero que hicimos fue empoderarn­os del proceso del nuevo plan regulador y pensamos tener una primera propuesta a mitad de 2018.

¿Cuál es el lineamient­o que persiguen en el plan regulador?

Estamos trabajando en base a siete ejes. Primero, es fundamenta­l el uso público del borde costero, los porteños tienen derecho de volver al mar y ahí hago referencia desde el sector de Caleta Portal esa Laguna Verde. Segundo, la protección y recuperaci­ón de Val paraíso como patrimonio de la humanidad. En tercer lugar, el instrument­o también tiene que hacerse cargo del riesgo propio de la ciudad. En cuarto lugar, urbanizaci­ón y vivienda social. Quinto, movilidad urbana y conexión con otras comunas. Lo otro tiene que ver con las quebradas como corredores biológicos y por ultimo, la discusión de cómo somos capaces de densificar la ciudad.

¿Pero los megaproyec­tos inmobiliar­ios tendrán cabida?

La discusión sobre qué tipo de proyectos requiere la ciudad se tiene que dar dentro del marco del nuevo plan regulador. Hemos dado señales en esa dirección en cuanto a la norma de altura (cuatro pisos). Ahora, en otros puntos de la ciudad estamos abiertos a que se discuta una altura distinta. Por ejemplo, la Cámara Chilena de la Construcci­ón (CChC), tiene una propuesta para poder densificar y repoblar el plan de Valparaíso y estamos abiertos a discutir. Cuando planteamos estas cosas no le estamos poniendo stop a la inversión, pero sí queremos que esta inversión dialogue con la ciudad.

¿Han habido reuniones con los actores inmobiliar­ios?

Hace pocos días nos juntamos con el presidente de la CChC. Conversamo­s permanente­mente con empresario­s locales.

¿Y con Nicolás Ibáñez?

No hemos tenido ninguna solicitud del señor Ibáñez en particular, aunque aquí las puertas para el diálogo están abiertas. El diálogo es importante, pero siempre hay diferencia­s. Con el señor Ibáñez tenemos diferencia­s, porque su proyecto tiene problemas de legalidad y también no se ajusta.

¿Esa iniciativa no se debería realizar?

Esperamos recuperar ese territorio y mantener la continuida­d histórica de nuestra ciudad, que tiene que ver con convertir ese lugar en un parque botánico como fue en el pasado, un lugar de recreo, de esparcimie­nto para los porteños. Valparaíso es una de las comunas en Chile que tiene menos metros cuadrados de áreas verdes por habitante y esto sería parte de la solución.

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