La Tercera

Al estilo Playboy

LA REVISTA PLAYBOY NO ES SOLO SÍMBOLO DE LIBERACIÓN SEXUAL; TAMBIÉN ES UN RETO A LA IDEA DE ENCASILLAR­NOS COMO PERSONAS EN BLANCO Y NEGRO. ASÍ LO EN T EN DIÓFRIED MAN.

- Andrés Benítez

Afines de los años 90, me tocó entrevista­r a Milton Friedman, en su casa de San Francisco, California. El día anterior, lo llamé por teléfono para confirmar algunos detalles y, luego de unos minutos, me dijo: “Supongo que viene preparado”. Bueno, no es fácil responderl­e esa pregunta a cualquier Premio Nobel, menos a Friedman, un hombre reconocida­mente exigente. Igual le dije que sí, que había leído sobre su obra y otras cosas, frente a lo cual se limitó a decir: “¿Leyó mi entrevista en la revista Playboy? Si no lo ha hecho, no está preparado”. Y cortó.

Al día siguiente, ya en la conversaci­ón con Friedman -y con la entrevista leída-, el economista me contó los detalles. “Vinieron dos periodista­s que prácticame­nte vivieron conmigo una semana. Fueron a mis clases, reuniones, hasta comimos juntos. Bueno, así escribiero­n la mejor entrevista que nunca me han realizado. Además, me tocó una buena portada”, me dijo esbozando una pequeña sonrisa, la única de toda la sesión. No aclaró cuál fue la “conejita” de la portada en cuestión, pero fue evidente que el hombre no solo miraba números.

La anécdota sirve para ilustrar cómo la revista Playboy jugó un rol fundamenta­l en la cultura de esos años, algo que se ha destacado mucho en estos días, a propósito de la muerte de su fundador, Hugh Hefner. Intelectua­les, políticos y celebridad­es pasaron por sus páginas, con textos de una calidad y profundida­d pocas veces vistos, convirtién­dose en piezas de culto.

Pero esto también es el reflejo de otra cosa. La disponibil­idad de esas personas para aparecer en una revista que nunca renegó de ser una publicació­n de adultos y de grandes desnudos. Pese a ello, Friedman estaba tan orgulloso de su paso por Playboy, que incluso puso la entrevista como prólogo de uno de sus libros más célebres. Y esto habla de que la revista interpreta­ba a la gente, entre ellos, a los intelectua­les. Su frivolidad, su sexualidad, su humor, se combinaban con lo serio de una manera que no solo no molestaba, sino que agradaba.

Por eso, Playboy también tiene el legado de romper con la visión, tan extendida en nuestro tiempo, donde uno es serio o frívolo, inteligent­e o tonto, divertido o aburrido. En ese sentido, la revista no solo es un símbolo de la liberación sexual; también es un reto a la idea de encasillar­nos como personas en blanco y negro, cuando sabemos que lo colorido, lo interesant­e, incluso lo divertido, está en la integració­n de las cosas, en saber transitar de un extremo a otro, sin prejuicios, aprovechan­do y aprendiend­o de todo.

Así lo entendió no solo Friedman. También Salvador Dalí, Jean Paul Sartre, Martin Luther King, Orson Wells y muchos otros que pasaron por sus páginas. Personas que nunca dejaron de ser intelectua­les de peso, pero que mostraron una libertad de acción que solo los hizo más grandes, más interesant­es, más personas. Son los grandes “playboy” de la historia.

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