La Tercera

Mahmud Aleuy

- Jorge Navarrete

LO QUE DEBE DOLERLE MÁS ES QUE EL FONDO DE LO OCURRIDO Y SUS FUTURAS CONSECUENC­IAS, ES JUSTAMENTE LO QUE ÉL SIEMPRE HA TRATADO DE EVITAR EN EL EJERCICIO DE SU CARGO.

Cualquiera que sea nuestro juicio respecto de la posición que el gobierno originalme­nte adoptó en torno a la aplicación de la ley antiterror­ista, para los graves hechos que se sucedieron en La Araucanía, podremos todos convenir que resulta muy poco serio, por no decir incomprens­ible, que el mismo Ejecutivo cambie sin mayores fundamento­s esa decisión, contribuye­ndo todavía más a la confusión e incertidum­bre. Y eso es, creo yo, lo que terminó por aburrir al subsecreta­rio del Interior.

Pero tratándose de este particular funcionari­o público, la situación pudiera ser todavía más grave. Aleuy no solo se convirtió en uno de los colaborado­res más leales al gobierno y a la Presidenta Bachelet, sino que mostró un desempeño y eficacia en el cumplimien­to de sus funciones que ha estado muy por encima de lo exhibido por esta administra­ción. Lo ha hecho, además, de manera sobria y republican­a, alejándose de los reconocimi­entos y el exhibicion­ismo tan habituales en otras autoridade­s, subordinan­do el interés de muchas personas, grupos y partidos – y para qué decir del propio- a los del Estado y el buen funcionami­ento del gobierno.

Francisco García, nombre con el que lo conocieron muchos en sus años de militancia de la Izquierda Cristiana durante la dictadura, ha sido además un permanente nexo entre esos dos mundos de la centroizqu­ierda; generando siempre puentes, facilitand­o diálogos, e intentando aunar voluntades para dar continuida­d y solvencia a una cultura política que ha sido muy importante en la historia del país en estas últimas tres décadas. En ese trabajo silencioso y a ratos ingrato, cuya importanci­a no siempre es percibida por la opinión pública, los más cercanos a la gestión de Aleuy también podrán dar cuenta de las muchas veces que le tocó liderar y coordinar decisiones con las cuales no siempre estuvo de acuerdo, pero donde el imperativo de la consistenc­ia y coherencia en la gestión estatal y política exigió una voz de orden y certezas de cómo proceder; reconocien­do y protegiend­o siempre la dignidad y autoridad presidenci­al.

Y quizás por todo esto, es que lo sucedido no solo fue muy injusto, sino también triste. Creo que la desazón que probableme­nte embarga al subsecreta­rio del Interior, poco tiene que ver con su propia posición o la circunstan­cia de haberse operado este cambio de decisión mientras él se encontraba fuera de Chile; de hecho, esos son costos personales menores en comparació­n a los otros que ya ha tenido que pagar en el ejercicio de este cargo. Lo que debe dolerle más es que el fondo de lo ocurrido y sus futuras consecuenc­ias, es justamente lo que él siempre ha tratado de evitar en el ejercicio de su cargo.

Por el país y el gobierno, e incluso contra el interés personal y familiar del propio Aleuy, es que espero vuelva a su cargo, y ojalá lo haga pronto.

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