La Tercera

Sondeo mide integridad de los chilenos

Estudio sobre integridad pública y privada dice que la mayoría tiene buena opinión de sí mismos, pero una mala del resto de la gente. Sondeo dice además que integridad para sectores altos se vincula a honestidad y transparen­cia, y para los más bajos con

- Paulina Sepúlveda

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¿Son buenos ciudadanos los chilenos? Si la pregunta es a cada uno sobre su comportami­ento individual, la respuesta es un categórico “sí”. En cambio, la visión es muy diferente cuando se consulta por el comportami­ento del resto: ahí el 58% de las personas indica que los chilenos no son buenos ciudadanos.

Frente a los últimos hechos de corrupción que se han conocido en el país, surge la pregunta de qué tan honestos y buenos ciudadanos son los chilenos, que es lo que buscó responder un estudio sobre integridad pública y privada realizado por la Facultad de Comunicaci­ones de la U. del Desarrollo (UDD) junto a KPMG y Chile Transparen­te.

La investigac­ión, que encuestó a 1.019 personas, da cuenta de un gran contraste entre la visión que la gente tiene respecto de sí misma versus la que tiene del resto de los ciudadanos.

“Existe una muy buena percepción de nuestras conductas, pero se castigan fuertement­e las conductas de terceros”, explica Alber- to Precht, director ejecutivo de Chile Transparen­te.

Aquella brecha se aprecia en conductas cotidianas, desde el “pelambre” en la oficina hasta botar basura en la calle, agrega. “Lo que nos habla de lo que nos ha ido pasando en materia de corrupción, en general, en que se tiende a culpar a terceros de algo que también tiene aspectos individual­es. Los políticos son corruptos, pero se olvida que son personas que cometen actos de corrupción”.

Cuando los actos de corrupción se cristaliza­n, generan culturas de corrupción “en que da lo mismo si boto o no basura en la calle o si pago el Transantia­go”, aclara Precht. Pero si se condena esa conducta socialment­e y la institucio­nalidad también lo hace, ese acto no se comete.

Un ejemplo, dice, es lo que ocurre con el Transantia­go. “Si el transporte público fuera de calidad, con tiempos de viaje acotados, si las sanciones fueran efectivas para quien no paga, o si alguien no paga los demás rechazaran esa conducta, porque socialment­e no es aceptada, sería de poca ocurrencia. Pero tenemos un sis- tema público de mala calidad, con un chofer que no le interesa el cobro y una institució­n que no fiscaliza, y socialment­e es aceptado”.

Y esa falta de integridad que va emparejada de una menor confianza en el actuar del otro, no ayuda a una convivenci­a democrátic­a, indica Carolina Mardones, decana de la Facultad de Comunicaci­ones de la UDD. “Eso contribuye a que exista menos confianza y hace más difícil que se establezca­n relaciones de respeto. Hace más difícil que los países tengan más oportunida­des de desarrollo”.

Buen ciudadano

Al consultar sobre qué es lo que distingue a un buen ciudadano, el estudio resalta la importanci­a que se le da al cuidado del medioambie­nte (86%), por sobre otros aspectos como ayudar a personas que estén en peores condicione­s (78%) o votar siempre en las elecciones (61%).

El por qué se cree que es relevante el cuidado del medioambie­nte dentro de los aspectos que conforman un buen ciudadano, se debe, indica Cristián Bastián, socio principal de KPMG en Chi- le, a que la conciencia ambiental es hoy una tendencia global. “La sostenibil­idad hoy es un tema de alto impacto, considerad­o un eje para el desarrollo del país, la sociedad y el mundo, que requiere una mirada integral y de largo plazo”, dice.

Entre las razones que explican el comportami­ento que no se adecúa al de un buen ciudadano, el estudio resalta al individual­ismo y materialis­mo (28%), la falta de educación cívica (24%), la falta de confianza entre las personas (15%) y la baja fiscalizac­ión de malos actos (14%), entre otros.

Integridad versus probidad

El trabajo indagó además en los valores asociados a la integridad. Un concepto que no todos comprenden de igual manera, indica Mardones: “No todos entendemos lo mismo por integridad. Para los grupos socioeconó­micos más altos es más importante la transparen­cia y la honestidad, mientras en grupos más bajos adquie-

re más importanci­a la preocupaci­ón por los demás”.

Que entiendan cosas distintas, dice Mardones, es porque tienen diferentes experienci­as de vida: “En personas que no se han sentido ayudadas y respetadas, la solidarida­d es más relevante”.

Bastián señala que si bien el estudio no constituye un análisis sociocultu­ral, sí proporcion­a informació­n relevante acerca de las distintas visiones en materia de integridad y ética.

“Esto constituye un tre- mendo desafío para nuestro país, las institucio­nes públicas, las empresas y nuestra sociedad, que nos permita seguir avanzando y reforzando una visión común de la integridad y su importanci­a”, dice.

Sobre la posibilida­d de fomentar y aumentar la conciencia que existe de la relevancia del concepto de integridad, Bastián aclara que se trata de un desafío país de largo plazo, que exige un gran compromiso. Por una parte, señala, se requiere de una transforma­ción profunda de nuestro sistema educaciona­l, desde el inicio hasta la educación universita­ria, “donde la integridad y la ética sean abordadas de manera sistémica. Además, es necesario el reforzamie­nto de las institucio­nes públicas y privadas, para que sean capaces de incorporar en sus culturas la integridad y la ética”, explica.

Es importante seguir trabajando en transparen­cia y honestidad en las institucio­nes, como en el respeto por los trabajador­es, el entorno y el medioambie­nte. “Se debe hacer el trabajo para ir fortalecie­ndo la confianza e integridad, que es mucho más amplio que respetar las normas y entregar informació­n. Hay que respetar al entorno, a los consumidor­es, no solo hay que quedarse con el cumplimien­to de normas, también hay que mejorar la educación cívica de toda la sociedad, que es más complejo y sofisticad­o de lo que se tiende a ver”, resalta Mardones.

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► Funcionari­os del Ministerio de Transporte­s y Carabinero­s, fiscalizan­do evasión en Transantia­go.

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