La Tercera

The Cult: Viste de cuero negro

- Por Marcelo Contreras Crítico de música.

Hace 30 años los ingleses The Cult ofrecían algo que en paralelo U 2 buscaba con desesperac­ión: guitarras en primer plano con bajo y batería en formación militar ajenos a los artificios. Mientras los irlandeses lanzaban The Joshua Tree, la banda que en rigor es el dúo del cantante Ian Astbury y el guitarrist­a Billy Duffy hacía lo propio con Electric. Producido por Rick Rubin fue la antesala a la actitud y sonido de Guns N’ Roses en Appetite for destructio­n esa misma temporada. La facilidad para empinar el codo y los habituales cambios de alineación impidieron a The Cult consolidar la crudeza con la que entendían el rock, y así su nombre se convirtió en sinónimo de su condición. The Cult encarna a una banda de culto y con esa chapa debutaron por fin en Chile la noche del viernes en el teatro Caupolicán con poco más de 1500 asistentes, en su gran mayoría hombres que asimilan el rock como un asunto de cuero negro, ropa ajustada, cerveza y cigarrillo­s de toda índole.

The Cult es tanto sonido como actitud 100% sin complicaci­ones. La arquitectu­ra de su música responde a los mandamient­os de AC/DC con un riff central demoledor, una base de 4/4 en el pulso de la batería, un bajo que marca incesante un zumbido de escasas sinuosidad­es y la voz encima, frontal, plantada con una pose de macho que en los tiem- pos que corren resulta casi una provocació­n.

Al comienzo del show el público parecía más entusiasta que la propia banda en el remate de la gira Hidden City. Los músicos tardaron al menos un par de temas en sintonizar con la energía de una audiencia genuinamen­te feliz por tener al frente a una de las pocas agrupacion­es británicas de los 80, sino la única, que rehuía de la ambigüedad y la melancolía como ingredient­e estético.

Hubo pasajes en que el concierto ofreció postales propias de los tiempos de la nación alternativ­a de MTV con tipos encaramado­s sobre las cabezas de la asistencia, vasos de cerveza arrojados al escenario y cánticos de tablón entre los temas alen- tando el nombre del grupo.

The Cult respondió con lo que tiene, algunos cortes memorables como Rain, Peace dog, She sells sanctuary, Fire woman y Love removal machine, lejos su canción más conocida y definitiva­mente el título por el que pasaron a la historia, composició­n que perfectame­nte pudo ser un clásico en el repertorio de AC/DC.

Tanto Astbury como Duffy irradian una masculinid­ad de rock y guitarras que funciona un poco por piloto automático, y a la vez asentada en la certeza de tener pleno talento en el viejo arte del rock clásico. A veces se siente como si The Cult merecía más pero no, finalmente todo está en su sitio.

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► The Cult en su presentaci­ón en el Caupolicán.

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