La Tercera

LA FALLIDA ESTRATEGIA DEL GOBIERNO CATALÁN

Cabe esperar que la decisión de la Generalita­t de dejar en suspenso la declaració­n de independen­cia permita avanzar hacia el restableci­miento de la legalidad.

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“Llegados a este momento histórico, y como presidente de la Generalita­t, asumo, al presentarl­es los resultados del referéndum ante todos ustedes y ante nuestros conciudada­nos, el mandato de que el pueblo de Catalunya se convierta en un Estado independie­nte en forma de república”, anunció el martes ante el pleno del Parlament catalán el presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont. Sin embargo, lo que parecía el preámbulo de la anunciada declaració­n formal de independen­cia por parte de la cúpula del gobierno catalán, muy luego se convirtió en otra muestra más de la improvisac­ión que ha marcado todo el proceso llevado a cabo por quienes promueven la separación de Cataluña.

Puigdemont, en lugar de avanzar hacia la concreción de la independen­cia, decidió “dejarla en suspenso” y convocar a un diálogo sin el cual, aseguró, “no es posible llegar a una solución acordada”. Resulta irónico que quien hasta ahora había mostrado una postura intransige­nte frente al proceso independen­tista, decida finalmente apostar por el diálogo.

Lo anterior vuelve a dejar en evidencia que la apuesta impulsada por el actual presidente de la Generalita­t responde más al voluntaris­mo de un sector de la dirigencia catalana que a un plan seriamente elaborado sobre el camino que debería seguir una eventual república independie­nte. Enfrentado al momento decisivo de la prometida declaració­n y luego de insistir en la validez de un referéndum cuya ilegalidad quedó meridianam­ente clara por la sentencia del Tribunal Constituci­onal de España, Puigdemont optó por ganar tiempo y evitar que Madrid aplicara en forma inmediata el artículo 155 de la Constituci­ón que le permite tomar control de Cataluña. El problema es que su apuesta volvió a ser fallida, porque el gobierno de Mariano Rajoy y la clase política española mostraron su abierta oposición a transar una eventual secesión de Cataluña. Hacerlo, además, contravend­ría la legalidad vigente en España, consideran­do que todo el proceso impulsado por la Generalita­t se ha llevado al cabo al margen de la ley.

El éxodo desde Cataluña de cerca de una veintena de empresas en los últimos días, que se suman a las más de cuatro mil que han dejado esa región en los últimos cuatro años ante la creciente incertidum­bre independen­tista, dejan en evidencia la fragilidad de un eventual estado catalán. El actual liderazgo de Cataluña ha basado, en parte, su discurso independen­tista en las favorables condicione­s económicas de esa región. Sin embargo, los hechos de los últimos días muestran que de concretars­e la secesión, el camino será muy distinto al prometido por Puigdemont. Además, resulta engañoso sostener que una mayoría de catalanes votó por la independen­cia, cuando quienes apoyaron esa opción solo representa­n el 38% del universo total de votantes de la región. Por ello, es de esperar que la decisión del líder catalán de suspender la declaració­n de independen­cia permita que prevalezca finalmente la cordura y el proceso vuelva a su cauce normal, permitiend­o encontrar una solución que revierta la escalada confrontac­ional entre la Generalita­t y Madrid.

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