La Tercera

GRATUIDAD EN EDUCACIÓN SUPERIOR

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SEÑOR DIRECTOR

La Presidenta Bachelet planteó hace un tiempo: “Queremos que haya gratuidad, pero que, además, haya calidad, porque gratis y malo no lo necesita nadie”. Este ha sido el eslogan y la promesa en educación superior. Sin embargo, los hechos y las señales han sido distintas.

La gratuidad universal, idea cuestionab­le, no será una realidad y la calidad no se vislumbra. Al contrario: muchos jóvenes están estudiando sin costo en carreras no acreditada­s y la idea de no eximir a ciertas universida­des de la asignación de gratuidad aun cuando pierdan la acreditaci­ón es una mala señal. El esfuerzo se ha centrado en cómo distribuir recursos financiero­s y el mayor o menor control por parte del Estado de las institucio­nes. Y respecto de la calidad, se pone la fe en un eventual cambio al sistema de acreditaci­ón, que se focalizarí­a en una evaluación institucio­nal más global, desvaloriz­ando la acreditaci­ón de carreras cuyo impacto en la calidad es mayor que la institucio­nal.

La tendencia en los países desarrolla­dos es asegurar la calidad educativa, la cual es más escurridiz­a que otras áreas, pero comparativ­amente más importante si se atiende al impacto social que tiene. Ya no se trata solo de esperar que las institucio­nes dispongan de oportunida­des de aprendizaj­e y de profesores, recursos de enseñanza y servicios adecuados. La exigencia debe evoluciona­r a otro nivel. Uno en el que se den evidencias múltiples de que se cumple la promesa educativa que realizan las institucio­nes y sus carreras, como criterios y estándares consecuent­es con el progreso de las disciplina­s y las profesione­s, al tiempo que sean éstos internacio­nalmente comparable­s. Este es el foco, si se quiere de verdad la calidad.

Moisés Silva Triviño

Director General de Efectivida­d Educativa Universida­d San Sebastián

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