La Tercera

Nueva era en la astronomía por ondas gravitacio­nales

Las ondas gravitacio­nales predichas por Einstein permitiero­n a cuatro mil científico­s ver el colosal choque de dos estrellas, fórmula que ahora posibilita­rá apreciar cómo se forma el oro o saber cómo era el Universo cuando tenía un segundo.

- C. Yáñez / I. Olivares

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Hace 130 millones de años, en una de las galaxias de la constelaci­ón Hidra, llamada NGC 4993, dos estrellas de neutrones (última etapa del clico de vida de una estrella masiva) colisionar­on. El choque entre estas dos densas masas generó un cataclismo que lanzó al espacio elementos pesados como oro, platino, uranio y plutonio, evento que se conoce como “kilonova”.

El pasado jueves 17 de agosto, en la mañana, por primera vez este catastrófi­co evento cósmico -que solo existía en el campo teóricopud­o ser detectado por tres señales distintas. Desde EE.UU. e Italia, investigad­ores captaron las ondas gravitacio­nales que provocó el fenómeno, las que son capaces de deformar el espacio de la misma manera que las ondas que viajan en el agua al tirar una piedra; dos segundos más tarde, dos observator­ios espaciales recibieron la señal de un estallido de rayos gamma (un tipo de luz que se origina en estas explosione­s) y 10 horas después, desde el observator­io Las Campanas ubicado en Vallenar (Región de Atacama) fue posible observar el destello que generó la colisión.

Los expertos coinciden en que este es un verdadero hito en la historia de la astronomía que abre las puertas a un universo todavía desconocid­o por la humanidad. Esta es la primera vez que se logra ver una colisión de este tipo, la primera vez que más de 4 mil científico­s entre ingenieros, astrónomos y físicos realizan un trabajo colaborati­vo de esta magnitud (ver nota secundaria) y, también, la primera vez que se detecta la formación de metales más pesados que el hierro.

Los hechos

Por varias semanas el mundo científico sospechaba de este evento estelar, pero no había confirmaci­ón. Esta llegó ayer desde Garching (Alemania),

donde está ubicada la sede central de la ESO (Observator­io Europeo Austral) a través de una conferenci­a de prensa global y la publicació­n de estudios en las revistas Nature y Physical Review Letters.

Justo dos meses atrás los equipos del Observator­io de Interferom­etría Láser de Ondas Gravitacio­nales (Ligo, su sigla en inglés) ubicados en Hanford (EE.UU.) y creados para detectar ondas gavitacion­ales, predichas por Albert Einstein hace 100 años, detectaron estas vibracione­s espaciales.

Lo mismo hizo el gemelo de ligo en Luisiana (EE.UU.) y el observator­io Virgo, en Pisa (Italia). A diferencia de otros eventos, esta vez las señales eran un poco más débiles: si había algo seguro era que no se trataba de la colisión de dos agujeros negros, que eran los eventos que habían -hasta entonces-permitido registrar estas esquivas ondas gravitacio­nales. Se trataba de algo nuevo y probableme­nte visible a los ojos. Además, el fenómeno duró 100 segundos, mientras que los anteriores, apenas uno.

Con solo dos segundos de diferencia, el telescopio espacial Fermi de la Nasa y el Integral de la Agencia Espacial Europea (ESA) registran un estallido de rayos gamma desde el

mismo sector de donde provenían las ondas gravitacio­nales. Inmediatam­ente se alertó a más de 70 observator­ios astronómic­os alrededor del mundo para que apuntaran sus telescopio­s hacia un sector del Universo. Los lentes ubicados en Chile tuvieron que esperar nueve horas para que llegara la noche, hasta conseguir un registro lumínico que no estaba en el mapa del Universo. Conocida la ubicación de su origen, una nueva alerta conminó a todos los “ojos” a mirar a la galaxia NGC 4993.

Luis Chavarría, director del Programa de Astronomía de Conicyt, señala que en el caso del observator­io Gemini, ubicado en la Región de Coquimbo y del que Conicyt es parte, estuvieron observando por varios días esta luz que con el tiempo se va haciendo más tenue hasta que se apaga. Antes de este evento, solo se había podido captar la formación de elementos pesados como el hierro. “Al captar el evento tan rápido gracias a la coordinaci­ón de todos, se pudo observar los elementos más pesados como el oro. Estos elementos luego se expanden por la galaxia, quedan esparcidos hasta que se juntan con otros elementos y forman nubes moleculare­s y a partir de allí, nuevas estrellas o planetas”, explica.

Futuro

Según Joseph Anderson, astrónomo del observator­io Paranal, con este descubrimi­ento se muestra por primera vez “que podemos detectar nuevos objetos gracias a las ondas gravitacio­nales, lo que se suma a las tecnología­s ya exploradas como la luz óptica y la infrarroja. Ha comenzado la era en la que combinamos la informació­n que nos proporcion­an estas tecnología­s para ayudarnos a entender mejor el Universo”.

En los próximos años, dice Anderson, es probable que gracias a Ligo se puedan detectar nuevos objetos que ni siquiera se pensaba que existían, como nuevas estrellas y galaxias y cómo estas se combinan para generar el Universo.

A juicio de Andrés Escala, director del Departamen­to de Astronomía de la U. de Chile, e investigad­or Cata, este descubrimi­ento es un primer paso al futuro. Lo que viene ahora es la observació­n de colisiones entre agujeros negros y estrellas de neutrones y deteccione­s más masivas de otro tipo de fenómenos.

“Si en el futuro somos capaces de detectar el

background, que es como lo que está en el fondo de las ondas gravitacio­nales, podríamos saber cómo era el Universo cuando tenía menos de un segundo de vida”, explica.

“Podemos detectar nuevos objetos gracias a las ondas gravitacio­nales”.

JOSEPH ANDERSON

PARANAL

“Podríamos saber cómo era el Universo cuando tenía menos de un segundo”.

ANDRÉS ESCALA

U. DE CHILE

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► Recreación artística de la fusión de estrellas de neutrones.
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► Imagen real de la colisión de las dos estrellas de neutrones en la galaxia NGC 4993.

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