La Tercera

Autonomía universita­ria

- Hugo Lavados Rector USS y presidente Consejo de Universida­des Privadas Acreditada­s (CUPA)

El proyecto de ley que reforma la educación superior se encuentra en su segundo trámite legislativ­o. Cada día se visibiliza­n múltiples falencias y omisiones en esa propuesta, que no apunta a mejorar ni la calidad ni la equidad. Un tema son las facultades de la Subsecreta­ría y la Superinten­dencia, las que ponen en riesgo caracterís­ticas fundamenta­l es: la diversidad in ter institucio­nal y la autonomía. Este último, el principio de Autonomía Iris Universita­ria, creado en el siglo XI y reconocido en Chile desde 1931, busca preservar ala universida­d de las presiones del poder político. Se expresa en que las universida­des deberían poder elegir con autonomía su forma de gobierno, designar sus autoridade­s y definir sus estatutos y planes de estudios, con el fin último de fomentar la transmisió­n y la creación de conocimien­tos. La intervenci­ón puede derivar en un resultado que, con muy buenas intencione­s, las empobrezca, en detrimento de la sociedad, hoy y mañana.

El proyecto es un claro retroceso, poniendo en jaque nuestro sistema mixto de educación superior. Un tema que lo ejemplific­a es la atribución de autorizar, sin plazos ni contrapeso­s, las solicitude­s de cierres de carreras, sed es y programas. Otro es la prohibició­n de destinar una cifra superior al 1% del total del o que las universida­des reciban de su arancel para fines publicitar­ios. Es fácil avizorar el potencial de conflictos que ello conllevarí­a.

Se plantea un permiso del gobierno para adecuar planes y programas de estudios para quienes no obtengan los más altos niveles de acreditaci­ón. Lo lógico es que exista apoyo académico, en un marco de libertad para generar cambios que busquen perfeccion­ar y actualizar su contenido, siempre y cuando no se afecte al estudiante, al imponerse nuevos requisitos.

Junto a ello, se definen atribucion­es desmedidas de fiscalizac­ión de la Superinten­dencia de Educación Superior, a quien se le confiere el poder de acceder a cualquier documento, iniciar procesos sancionato­rios por reclamo o denuncia formulada por personas interesada­s, no establecie­ndo cuál es el interés involucrad­o. Además, puede definir si una acción es o no delito.

La autonomía de las IES no es irrestrict­a, por lo que apoyamos mecanismos de acreditaci­ón y fiscalizac­ión que apoyen y permitan elevar el nivel académico, pero no entidades de gobierno que restrinjan las capacidade­s para desarrolla­r proyectos institucio­nales acordes a su misión y visión, poniendo en riesgo la riqueza del actual sistema.

Han aflorado problemas que debemos corregir y conductas que deben sancionars­e, pero no desarmar lo que ha permitido tener institucio­nes mejores y ha ampliado las oportunida­des para jóvenes de los sectores más vulnerable­s. No es sensato apoyar un intervenci­onismo fuera de época y sin realismo. Toda la evidencia indica que hoy nuestras institucio­nes de educación superior son mucho más desarrolla­das que hace 20 o 30 años. Sin duda, es necesario hacer cambios para acelerar el paso, pero no ir en dirección contraria a lo que ha permitido ese progreso.

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