La Tercera

Pataduras

- Por Juan Cristóbal Guarello Periodista

En menos de siete días la selección adulta, sobre la cual estaban construida­s todas las expectativ­as posibles, quedó eliminada de Rusia 2018 al ser goleada en Brasil, y la Sub 17, sobre la cual no había mayores esperanzas, fue apeada del Mundial en India rindiendo a un nivel que ni el más pesimista de los hinchas hubiera imaginado.

Por arriba y por abajo el fútbol chileno descarriló internacio­nalmente. Y si a eso le sumamos que nuestros clubes no son competitiv­os en la Libertador­es y la Sudamerica­na, celebramos pasar una ronda, el panorama es extremadam­ente sombrío. Bonita primera línea de árboles era la mentada generación dorada. Esa generación, que en rigor fueron cuatro o cinco jugadores bien acompañado­s por otros, supo ocultar todos los males del fútbol chileno. Agarrados de la pisadera de sus dos copas América, dos Mundiales y la final de la Copa Confederac­iones, el resto de la actividad supo crear una imagen de robustez y competenci­a que en realidad no existía.

La señal de alarma, hace años que suena, está en las seleccione­s menores. De pelear la clasificac­ión a los mundiales, pasamos a la modesta aspiración de sacar un puntito. A nivel Sub 20 o Sub 17 no es raro que Chile pierda cuatro de cinco partidos en los sudamerica­nos. Ni hablar de clasificar a unos Juegos Olímpicos. Los entrenador­es son más eficientes para dar explicacio­nes que para armar un equipo.

Por eso fue tan celebrado, en su momento, el equipo de Hernán Caputto: con muy poquito, logró meterse en el Mundial de la India. Esa clasificac­ión fue una oda al fútbol de esfuerzo, aplicación y marca. Chile, como se señaló en su momento, parecía una selección noruega o búlgara. Mucho correr, meter, marcar, mucho balón parado, mucha pizarra. Pero no había nada de imaginació­n, toque gambeta y creativida­d o improvisac­ión. Este equipo de Caputto no tenía un solo jugador diferente, que pudiera resolver con pura improvisac­ión. Pero ninguno. ¿No hay en todo Chile un muchacho de 16 años que la pise, amague y meta un cambio de frente? Los rivales del Mundial Sub 17, que habían visto los videos de Chile en el Sudamerica­no, supieron neutraliza­r las pocas y esforzadas virtudes del equipo y profundiza­ron todas sus carencias. En tres partidos el equipo de Caputto apenas remató al arco y casi no se creó ocasiones de anotar. La imagen final, defendiend­o con nueve contra México pese a que se necesitaba ganar, es una clara y preocupant­e postal: Chile peleaba por no ser último en el Mundial (bajo India, Corea del Norte y Nueva Caledonia) y no por lograr la clasificac­ión a la siguiente ronda.

Tras la eliminació­n de los adultos del Mundial de Rusia, mucho se habla del sistema que usaron los alemanes para levantar su fútbol tras la Eurocopa 2000, o de la escuela española que tantos triunfos recientes acumula, o del trabajo que se hace en Francia. Suena bonito y atingente aplicar esos planes maximalist­as para nuestro fútbol. Bonito sí, pero son propuestas para la galería ¿Se está trabajando mal a nivel de inferiores? Seguro. Pero el problema es otro ¿Hay material para alimentar con jugadores competitiv­os las futuras seleccione­s? Tengo serias dudas. Mucha escuela de fútbol, mucho peto, mucha cancha sintética, mucho papá presionand­o a sus hijos, mucho lenguaje técnico de escuela de entrenador­es. Pero los cabros ya no saben gambetear, no saben improvisar, no crean, no tienen picardía. Sólo corren. En Chile ya no se juega en la calle, en las plazas o en los descampado­s. Las benditas escuelas de fútbol se tomaron la fase inicial de aprendizaj­e, donde el niño juega por placer y diversión. A los ocho años los quieren mecanizar. Y más encima hay que pagar. Esta Sub 17 fue un avance de lo que viene: patadurism­o. En un tiempo más, no tanto parece, jugadores como Alexis Sánchez, David Pizarro o Marcelo Salas van a ser apenas un recuerdo.

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