Entre cero y veinticinco
En “Tiro al blanco” de Reportajes de La Tercera del domingo 8 de octubre, bajo el título “Progresiva intolerancia progresista”, el columnista Fernando Villegas recoge las palabras de otra persona, y apunta: “(...) porque conozco a mi mujer, así que no comenté nada, pero me sonreí. Fue suficiente. De inmediato su cónyuge frunció el ceño, mutó de espectadora de la tele a comisario político e inició un interrogatorio no indigno de la novela ‘La Hora Veinticinco’, de Arthur Koestler (...)”.
El lector Felipe Barriga Alliende indica que Fernando Villegas tal vez quiso referirse al libro “El cero y el infinito”, del citado Arthur Koestler, y no a “La hora 25”, de Constantin Gheorghiu”. Agrega que los dos libros son obras maestras “en cuanto retratan la estupidez de las guerras y, en particular, los abusos de los totalitarismos”.
Cierto. El escritor húngaro Arthur Koestler escribió “El cero y el infinito” en 1940. Antes, en 1937, había escrito “Testamento español”, que también encara la temática de guerra y exterminio. En cambio, Constantin Gheorghiu se desempeñó entre 1942 y 1943 -durante el régimen del General Antonescu- en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rumanía. Se exilió cuando las tropas soviéticas entraron al país, en 1944. Al finalizar la guerra fue arrestado por tropas de Estados Unidos y, finalmente, se estableció en Francia. La novela “La Hora 25” la escribió durante su cautiverio. Años más tarde hizo una confesión política: “me avergüenzo de mí mismo. Me avergüenzo porque soy rumano, como los criminales de la Guardia de Hierro”.
Y algo más: Carlo Ponti produjo en 1967 una película basada en “La hora 25”, que dirigió Henri Verneuil, con la actuación de Anthony Quinn y la hermosa Virna Lisi.
No fue su abuelita
Con frecuencia leemos frases célebres, refranes y máximas, pero hay que tener cuidado cuando se emplean, porque algunas han sido alteradas y otras no pertenecen a quienes se les atribuye. El lector Samuel Barros Recaball señala que en el “Manifiesto de Pedro Engel”, publicado en el diario, leyó “Lo del MIR fue una cosa de la juventud. Yo digo siempre, como decía mi abuelita: ‘El que de joven no es de izquierda es un huevón’, pero el que tiene 67 años y es de izquierda, también es un huevón. Tengo cero relación con la política ahora. Ni sé cuándo son las elecciones (...)”.
Más allá del lenguaje que emplea el panelista, tarotista y “ancestrólogo”, el lector atribuye la frase a Winston Churchill: “Si a los 20 años no eres de izquierda, no tienes corazón. Si a los 40 años no eres de derecha, no tienes cerebro”.
Con algunas alteraciones, también Willy Brandt -que fue canciller de Alemania Occidental entre 1969 y 1974, y premio Nobel de la Paz- la empleó: “Quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón. Quien de viejo es comunista, es que no tiene cabeza”. Y, Salvador Allende, en un discurso a los estudiantes de la Universidad de Guadalajara, les dijo: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.
El lector Samuel Barros agrega: “el señor Pedro Engel, que es una persona ilustrada, debe acreditar la expresión a su eventual autor, y no atribuirla a su abuelita, como hacía don Ramón en ‘El Chavo del Ocho’”.