Exención papal
Leo al periodista Matamala muy molesto en Twitter porque, según él, todos los chilenos estamos financiando la visita del Papa. Adjunta una reducida nota de CNN, medio donde labora el aludido, la cual destaca que la comisión de Hacienda del Senado “aprobó una exención tributaria para que las empresas financien la visita del Papa”.
Por supuesto, la mentada nota no explica en qué consiste la exención ni qué argumentos tuvieron en consideración los senadores. Como siempre, para qué entrar en detalles que puedan aguar el sentido final de la noticia: en este caso, reclamar y hacerle ver al mundo que se trata de un medio laico y todo eso.
Como contribuyente, reconozco que me encanta esta repentina preocupación por el destino de nuestros impuestos, pero me temo que equivocaron el foco. Por lo pronto, sería bueno que los lectores sepan que el proyecto fue enviado por la Presidenta bajo el título de “Ley que incorpora diversas medidas de índole tributaria”, lo que nos permite rápidamente deducir que el capítulo denominado “Reconocimiento tributario a las donaciones efectuadas en razón de la visita papal”, representa apenas uno de los cinco objetivos que persigue la iniciativa. También incluye, por ejemplo, una modificación que “busca aclarar el tratamiento tributario respecto de la disminución patrimonial que sufre un contribuyente que realiza donaciones al fisco”.
Respecto al ítem que perturba el sueño de Matamala, de aprobarse el proyecto, los contribuyentes que efectúen donaciones con motivo de la visita del Papa, “podrán rebajar como gasto las sumas de dinero donadas”. No hay beneficios tributarios como ocurre, por ejemplo, con las donaciones culturales y, evidentemente, esto no significa que nuestros impuestos terminarán en las arcas vaticanas.
Al revés, de no mediar esta reforma (que, por lo demás, fija un límite total de donaciones de 6 millones de dólares), el Estado “ganaría” un 35% adicional por cada peso donado por alguna sociedad. Usted comprenderá que una cosa es que el fisco no destine un peso a la visita (más allá de los gastos obvios asociados a seguridad y todo eso, tal como ocurre con otros eventos como partidos de fútbol e, incluso, con las manifestaciones callejeras de Giorgio y sus chicos), pero otra muy distinta es que más encima el Estado termine “lucrando” con el evento.
Por lo demás, todo insumo que se adquiera o arriende para la visita (botellas de agua, equipos de sonido, gastos eléctricos, etc.) sí habrá pagado sus respectivos impuestos, por lo que – nuevamente, de no mediar esta breve reforma- se terminaría pagando dos veces por lo mismo. Así que gracias por la alharaca laicista, pero en este caso no aplica. Punto.