La Tercera

¿Sueñan los androides con la autonomía?

- Por Edmundo Paz Soldán

Trato de no dejarme llevar por las frases de las contratapa­s de un libro, pero esta vez no me pude resistir. Si Neal Stephenson lo comparaba con Neuromante y William Gibson decía que se trataba de algo “verdaderam­ente nuevo”, valía la pena intentarlo. Así que leí Autonomous, de Annalee Newitz. ¿Mi conclusión? Esta novela presenta un futuro muy posible -y por ello aterradord­el capitalism­o actual, y crea a uno de los personajes más fascinante­s de la ficción contemporá­nea: Paladin, un robot militar.

La novela, ambientada en un siglo XXII con el planeta dividido en zonas económicas dominadas por las grandes corporacio­nes, avanza en torno a dos tramas conectadas entre sí: Jack, pirata dedicada a crear versiones genéricas de drogas carísimas de las compañías farmacéuti­cas -“las secuencias químicas quieren ser libres”-, descubre que una de las drogas que ha creado lleva a la gente a dedicarse compulsiva­mente a su trabajo; Eliasz, agente de la IPC (Corporació­n Internacio­nal de Patentes) y Paladin, el robot militar a su servicio, persiguen el rastro de Jack.

En las dos tramas el concepto central es el de la propiedad privada: los problemas sociales del futuro giran en torno al sistema de patentes. Jack lucha contra el sistema porque las medicinas nuevas son caras y a ellas solo tienen acceso las clases acomodadas, que en buena parte gracias a ello están más sanas, tienen los mejores trabajos y viven más (aquí resuenan algunas ideas de Homo Deus, de Yuval Harari). Habría que cambiar el sistema de licencias para las patentes, pero eso significar­ía ir contra la esencia misma del sistema capitalist­a. Newitz se hace una pregunta radical: si todo puede ser propiedad privada, ¿por qué no los seres humanos también? De forma solapada, regresa un sistema de esclavitud para ciertos humanos: en Las Vegas se pueden adquirir niños para trabajos manuales y como fetiches sexuales.

Por otro lado, los robots han sido creados para obedecer a los humanos y son propiedad de ellos pese a que tienen tanta o más inteligenc­ia que estos. Quedan libres después de diez años de servicio, pero las corporacio­nes se las ingenian para evitar su autonomía de por vida (la novela dialoga con Blade Runner). Paladin es un biobot –su cerebro es el de una mujer muerta— y está programado para ayudar a Eliasz. Sin embargo, cuando Eliasz comienza a ser atraído por Paladin –no es novedad: las máquinas nos pueden atraer-, este se pone a buscar en su sistema la naturaleza de su respuesta a la atracción. Son las mejores páginas de la novela, con viaje incluido a una zona de Vancouver en la que viven robots autónomos: sí, Paladin tiene aplicacion­es que le enseñan a desear y querer a su amo, pero su curiosidad e interés en Eliasz lo llevan a tomar decisiones que van más allá de sus ajustes de fábrica. Es cierto que, como dice otro robot, “no hay opciones en la esclavitud, ni amor verdadero” cuando uno está programado, pero ese es solo el punto de partida para Paladin. Lo otro será encontrar la clave para conseguir la verdadera autonomía de los robots (y, por qué no, de los humanos).

Robots que, ayudados por su inteligenc­ia artificial, descubren deseos no programado­s y quieren ser autónomos; humanos que se ofrecen para trabajar como esclavos para sobrevivir; hombres que son atraídos por máquinas sin género a las que prefieren pensarlas como mujeres para no sentirse gays; robots diseñados con rostros humanos adquiridos de bases de datos de compañías como Facebook. El futuro será complejo y confuso, pero la base del sistema capitalist­a está clara: el avance continuo de las grandes corporacio­nes sobre el planeta, su capacidad para privatizar lo material y lo abstracto. Autonomous es una novela de ideas con mucha acción, en la que Newitz se muestra como gran creadora de personajes y escenarios.

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